Como la ración de carbón que merece este Zaragoza no cabe en una Copa, sus Majestades los Reyes Magos dejaron el saco directamente en el maletero de la expedición que regresó de Alcorcón ya fuera de la competición que más gloria ha dado al club a lo largo de su historia. La eliminación, injusta seguramente por méritos de unos y otros, no puede ser, en cambio, más merecida cuando un equipo insiste una y otra vez en los mismos errores que le llevan desangrando toda la temporada. Su extrema candidez en las áreas y su paupérrimo rendimiento a balón parado le han apartado de cualquier otra cosa que no sea la lucha por la supervivencia en Liga y también le mandan a la calle de la Copa. La eliminación duele más por el cómo que por lo que supone, ya que salvar el cuello es el único objetivo, pero escuece la reiteración de errores de una escuadra que no marca ni al arco iris y que sigue concediendo demasiado, sobre todo, en la pizarra.

El de la primera parte fue un buen Zaragoza. Notable alto a no ser por el gol encajado al borde del descanso en el único despiste defensivo de un equipo dispuesto en un 4-1-4-1 con nueve jugadores diferentes respecto al once que formó de inicio tres días antes en Cartagena. Solo repitieron Nieto y Francés, y este en una posición, el lateral diestro, distinta a la que venía ocupando en las últimas citas.

El partido se puso pronto de cara. La jugada la inició un Bermejo excelso en la segunda línea de cuatro. La brillante conducción del madrileño habilitó a Larra para que el vasco, en su mejor acción desde que llegó, enviase un centro medido desde la derecha a la cabeza de Raí, que, como si fuera un delantero de la vieja escuela, marcó los tiempos antes de mandar el balón a la escuadra.

El golazo dio confianza y seguridad a un Zaragoza superior a un Alcorcón que apenas veía de cerca a Ratón. Un disparo lejano de Reko se topó con el despeje del gallego, que ya solo intervendría hasta el empate en un par de balones colgados a los que respondió con acierto. Porque el equipo aragonés tenía al Alcorcón bajo control. También el partido estaba justo en el punto deseado por una escuadra liderada por Bermejo, un jugador que ve el fútbol en vertical. Solo por eso, por su calidad y por ser, seguramente, el único integrante de la plantilla capaz de dar un pase de gol, debería ser fijo en este Zaragoza plano y previsible.

Un disparo lejano con la derecha de Nieto que desvió Casado fue el preludio de las dos mejores ocasiones de un Zaragoza que debió marcharse al vestuario con el billete hacia dieciseisavos bien guardado en su uniforme. Sin embargo, de nuevo su falta de efectividad le abocaría a seguir llevándose disgustos. Raí, tras otro jugadón de Bermejo, mandó el balón fuera a un metro de Casado, ya derrotado. Siete minutos después, a diez del descanso, Guitián superaba el error de su compañero cabeceando alto un centro perfecto de Zapater cuando lo más fácil era marcar.

La clemencia zaragocista obtuvo el castigo de siempre. Un gran pase de Hugo Fraile encontró el desmarque de ruptura en diagonal de Ernesto, habilitado por la pierna derecha de Guitián. A la media vuelta, el extremo del Alcorcón superó a Ratón y devolvió las tablas a la eliminatoria y la inseguridad a un Zaragoza que ya no volvería a ser el mismo.

El paso por el vestuario devolvió a un Alcorcón crecido y a un equipo aragonés envuelto en las mismas dudas de siempre. Reko empalmó un mal un centro desde la izquierda justo antes de que Larra fallara otro gol cantado desperdiciando la enésima genialidad en forma de pase de Bermejo.

Vuckic, que no había sabido sacar provecho de un barullo en el área pequeña, dejaba el partido en el que había jugado más lejos del área de toda su carrera. Raí, de lo mejor del equipo en cuanto a movilidad y dinamismo, hacía lo propio. JIM buscaba oxígeno con Francho y rapidez con Zanimacchia, pero el Zaragoza solo llegaba al terreno de Casado a balón parado, disciplina en la que es tan flojo en ataque como en defensa. Así ha quedado claro a lo largo de una temporada en la que la estrategia del adversario le otorga tantos beneficios como disgustos a un Zaragoza que, anoche, volvió a caer víctima de su incapacidad para defender este tipo de jugadas. Esta vez fue un saque de esquina en el último minuto. Como en Anduva, por ejemplo. Saque al primer palo, peina Castro al segundo ante la escasez de Nieto y remata en el segundo León para remontar el encuentro y mandar al Zaragoza a casa.

Dos goles al final de cada periodo abocaban al equipo aragonés a volver a bajar la cabeza y en trasladar sus males a otra competición. La primera derrota de JIM al frente del Zaragoza, en todo caso, ha de olvidarse pronto. Espera el Logroñés en menos de 72 horas en un duelo a vida o muerte para un equipo obligado a corregir errores de una vez y a mostrarse competitivo en las dos áreas, donde los regalos solo obtienen carbón tan negro como el horizonte.