Cómo en tan poco tiempo se ha podido pasar de la ilusión y de ser prácticamente imbatibles a estar en posiciones de descenso tiene difícil explicación. Sin embargo es la severa realidad. Entre los muchos análisis que se pueden hacer de la paupérrima temporada del Real Zaragoza, uno de ellos y fundamental reside en que la fortaleza de La Romareda se ha hecho añicos.

El equipo aragonés es un anfitrión de lujo. Recibe a sus invitados con ánimo de ser hostil, pero acaba sucumbiendo y siendo un amigo para casi todos ellos. El municipal es el estadio con más abonados de Segunda, un campo que debería infundir miedo a todos los rivales, y más en la categoría de plata, pero se ha convertido en un arma de doble filo empeñada en apuñalar las ilusiones de los seguidores un día sí y otro también. Es una casa con las puertas bien abiertas.

Quizá sea la presión, que se vuelve en contra, o simplemente que los rivales son mejores y ganan o evitan que se logren los tres puntos. El caso, sea como fuere, es que el Real Zaragoza es el segundo peor local de toda la categoría. Son solo siete puntos en ocho jornadas. El Reus está empeñado en que el equipo aragonés no cierre esa clasificación ya que ha logrado un punto menos que los blanquillos.

El Real Zaragoza no gana en casa desde la muy lejana primera jornada de Liga contra el Rayo Majadahonda. Más de 104 días ya de un calvario que acaba con la ilusión de cualquiera. Desde entonces, cuatro empates y tres derrotas. De hecho, los aragoneses han conseguido más puntos lejos de La Romareda que en su propio estadio.

Odiosa comparación

Ojalá sea un paralelismo con la temporada pasada. Aún está a tiempo de mejorarla en casa. Fueron 12 puntos de 30 posibles, con dos victorias, seis empates y dos derrotas. Al Zaragoza le queda hasta comenzar la segunda vuelta recibir en casa al Córdoba, Extremadura y Málaga, además de las visitas a La Coruña y Gijón. Las cuentas salen fáciles. El equipo blanquillo debe conseguir cinco puntos de nueve en juego para, al menos, igualar la mala primera vuelta en casa del curso pasado con Natxo González en el banquillo.

La comparación es odiosa, porque el Zaragoza ha pasado del todo a la nada. Comenzó la segunda vuelta con el Tenerife venciendo 1-0 y, hasta la promoción ante el Numancia, no hubo más que una derrota. Fue el día menos esperado, ante el Sevilla Atlético. Los otros diez partidos, todos se contaron por triunfos en una segunda vuelta para recordar en general y para enmarcar en casa en particular.

Choca que el Zaragoza haya perdido esa comunión con su casa y que tantos equipos logren puntuar o llevarse la victoria con una facilidad que no debería ser tal. Mientras tanto, no hay manera de levantar cabeza. Llega el domingo una nueva oportunidad en La Romareda de romper una estadística muy preocupante y el rival es propicio para ello, ya que el Córdoba recuerda al Nástic y, además, solo ha sacado un punto lejos de El Arcángel.