Las lesiones, que desde el inicio de la preparación veraniega han marcado la temporada. Nadie les ha puesto remedio. La profunda desconfianza interna que esa situación ha generado. La preparación física. El derrumbamiento del equipo con Imanol Idiakez tras varios pasajes esperanzadores. El clima de desconfianza del club hacia él y de él hacia el club. Las cosas que sucedieron entre bambalinas y que favorecieron el declive. El rombo. El integrismo. El fatal error en la elección de Lucas Alcaraz.

Las lagunas de la plantilla. La rotunda falta de eficacia de los delanteros. La rotunda falta de contundencia de los defensas. La inconsistencia de muchos futbolistas. El pésimo gobierno de algunas negociaciones de renovación de contrato por parte de la parte contratante y por parte de la parte contratada. Sus terribles efectos. Los dardos innecesarios en público.

El equipo que crea fútbol pero que no ha sido capaz de convertirlo en buenos resultados de manera sostenida y fiable. El juego que se vuelve inocuo. Un entrenador quejándose de las lesiones. Y el otro. Y el otro. Víctor Fernández llorando la ausencia de Álvaro y los otros delanteros llorando al escucharlo. No. No es casual que el Zaragoza esté como está. Ha habido muchas causas para que el partido ante el Elche tenga una importancia tan capital.