Que juegue Diogo Verdasca de mediocentro en contra de la mayoría de la opinión pública no ha alterado ni por un segundo el pulso de Imanol Idiakez ni de la dirección deportiva para prolongar hasta cuando se necesario que el portugués actúe en esa posición. Pese a la evidencia de que el futbolista ni es ni será un especialista en una labor tan específica, la apuesta ha sido firme y rotunda: sostendrá el ancla defensiva hasta que Alberto Zapater, que ya está en marcha, e Íñigo Eguaras, aún en proceso de recuperación de su pubalgia, se hallen en condiciones de tomar el testigo. En su día hubo que elegir y se hizo. La decisión de adelantar al central, forzada por las ausencias, contiene aspectos estratégicos y también una considerable fe ciega en la disciplina del luso. Podría haberse optado por Javi Ros, que conoce el oficio en ese terreno, y quizás por Torras. Verdasca, sin embargo, ha repetido papel en todas las alineaciones. Contra el Rayo Majadahonda, en el debut en Liga, aportando exactamente lo que se le pide y lo que puede dar: colocación, sencillez y permutar con los centrales. La jefatura en ningún momento le ha exigido más, consciente de que lo que pierde en fluidez lo gana en la suma de consistencia y centímetros mientras se desaloja la enfermería. El público de La Romareda le despidió el domingo con una gran ovación, en parte por la asistencia a Pombo que el canterano dejó en el aire si fue o no intencionada, y, sobre todo, porque tradujo su trabajo de gregario como un ejercicio patriótico.

El caso Verdasca, por lo tanto, no existe. La cuestión es otra bien distinta. Sin duda, la urgencia de rescatar lo antes posible a Zapater para no tentar más a la naturaleza siempre y cuando el aragonés se persone en el once en condiciones óptimas. Aun así, el capitán, pese a su mayor experiencia y poso, no es la solución definitiva para dotar de la fiabilidad creativa indispensable al estilo del Real Zaragoza. Impuesto el rombo la temporada pasada, Zapater cayó a los vértices, donde se expresó mejor, en consonancia con sus vigentes prestaciones. El único futbolista con una personalidad paralela al cargo de piloto de todas las operaciones es Íñigo Eguaras. Y aquí sí emerge un problema grave si el navarro tarda en reincorporarse porque habría que continuar con los remiendos en la salida del balón y confiando en que James Igbekeme siga creciendo como principal enlace interior entre la defensa y el ataque. El nigeriano tiene un punto de hábil agitador con la pelota en los pies, si bien aún está en proceso de alcanzar un mayor rigor táctico.

El regreso a la normalidad en el mediocentro, posiblemente con Zapater y más tarde con Eguaras, podría situar a Verdasca en un posición delicada para defender no ya el lugar que le han asignado ahora, sino el suyo, el de central. El comportamiento de Álex Muñoz se eleva a lo notable, por lo que apartarle de la titularidad no parece lo más conveniente. Su armonía con Simone Grippo, intocable en esa línea, es una de las mejores noticias de la temporada recién nacida. De esta forma, el portugués, un zaguero de gran poderío físico pero bastante más limitado en la toma de decisiones con la pelota de por medio, se hallaría en una encrucijada que, de nuevo, tendrían que resolver Imanol Idiakez y la dirección deportiva.