El Real Zaragoza ha empezado la primera vuelta con el mismo resultado que inició la temporada, un empate frente al Hércules. Entre aquel minúsculo equipo que apenas creció milímetros en algunos partidos aislados y el que ha arrancado este segunda ronda hay una distancia considerable y positiva. Tiene fútbol asociativo, defiende mejor y despide mayor seguridad en sí mismo. ¿Le convierte este salto cualitativo, por fin, en un aspirante al ascenso? En principio le ha metido en la lucha con un caparazón más grueso, pero detenerse un segundo en el narcisismo sería una imprudencia por su parte. Ayer, el conjunto alicantino, contra el que mereció la victoria, le dio un toque de atención en el, seguramente, mejor encuentro del curso: nadie regala nada en un torneo de embustes.

La llegada de César Arzo, un central correcto y aseado, de los que no se complican la vida ni la de los demás, ha inyectado confianza a una defensa presa del pánico le colgaran un balón o un globo de algodón de azúcar. Ese tipo de jugador, al margen del nombre, era muy necesario. Más bien imprescindible para comenzar a construir un equipo donde no lo había. El defensa ha sido la única incorporación del mercado de enero donde el Real Zaragoza, por nula capacidad adquisitiva y escaso poder de seducción, tiene casi todas las puertas cerradas para seguir sumando efectivos muy necesarios. Aun así, debería continuar reforzándose para marcar diferencias reales con sus competidores.

Barkero tuvo ayer una actuación brillante. Por fin, liberado como siempre de barrotes posicionales, hizo de fino tejedor de un Real Zaragoza que le reconoce como única referencia creativa. Paco Herrera ha suspirado porque recuperara la forma y el guipuzcoano ha regresado para coger el timón hasta que los pulmones le marcan la reserva. Luis García, quien contra el Hércules también le dio a la pelota sentido y sensibilidad, es la media naranja de esa sociedad que busca el técnico para equilibrar el depósito constructivo: uno u otro o los dos son quienes con su experiencia y calidad otoñal han de activar los mecanismos de transición hacia un ataque muy veloz e hiperactivo. Algo falto de pegada y sobrado de aceleración en ocasiones.

La idea original no es mala, pero insuficiente porque será difícil que Barkero y Luis García soporten esa carga durante el resto del ejercicio. La naturaleza es implacable. Si consiguen ser administradores de partidos que se pongan rápido de cara, estupendo. En caso contrario, como se vio ayer, se van desvaneciendo frente a mediocampistas de menos lujos pero piernas más poderosas. Y con su ocaso, al Real Zaragoza se le hace de noche. Paglialunga y Acevedo van cogiendo descaro, si bien sus liderazgos carecen de riesgos y de la visión y velocidad mental obligadas para asumir el rol.

En el mejor momento hay que mejorar. Hace falta un centrocampista de 90 minutos, un faro que ilumine las carreras de Montañés o las diagonales de Roger y Henríquez. La mezcla actual en la medular puede que sea suficiente para aspirar. Pero, ¿para subir?