La derrota contra el Albacete tuvo ese punto paradójico tan común en el fútbol. El recuerdo que quedó fue muy desagradable porque los tres puntos volaron y resultó todavía más fastidioso por la forma y el momento en el que se produjo el 0-1, por su incuestionable fondo injusto, si es que este término existe realmente en este deporte, y por la terrible falta de eficacia y de acierto en la definición ante el gol del Real Zaragoza. Pero sin esos tres puntos, que se volatilizaron para siempre, el equipo de Víctor Fernández mostró una buena línea de trabajo, especialmente en la segunda parte cuando robó numerosos balones cerca de tres cuartos con el rival descolocado, en franca superioridad y buena posición para armar ataques rápidos y en conducciones frontales, acciones casi todas ellas de las que nacieron la mayoría de las situaciones de peligro. Sin embargo, nunca acabaron en gol. La impresión fue que el Zaragoza se ha reencontrado con el juego, al menos en un caudal suficiente para sumar victorias, y que en caso de repetirse encuentros como este difícilmente el resultado volverá a ser similar.

Al final del partido, Víctor Fernández se congratuló de la buena actuación de los suyos y lamentó lo que cualquier aficionado, el elevado índice de desatino frente a la portería del Albacete. Lo hizo, eso sí, a su manera, con un chinazo, en esta ocasión dirigido a los hombres de la segunda línea, por cuyo desacierto y su falta de gol justificó el fichaje de Javi Puado, el sustituto de Dwamena, otro hombre para jugar por detrás del punta, lejos de las condiciones físicas del ghanés. No es la primera vez que el entrenador tira una indirecta perfectamente calculada contra algunos de sus futbolistas. Lo hizo anteriormente para quejarse de que no tiene a nadie capaz de lanzar buenos balones en las acciones a balón parado ni tampoco buenos rematadores. El día que Linares marcó en Almería su respuesta sobre el tanto del delantero de Fuentes también tuvo retintín.

La razón, bien sosegada, le asiste en parte y le da la espalda en otra parte. Ciertamente los jugadores de la segunda línea de este Zaragoza, lo que son en la actualidad, no lo que fueron ni lo que serán, no son grandes goleadores, pero tampoco tienen tan poca dinamita como están demostrando esta temporada. Kagawa suma dos tantos y Soro, uno. El resto no ha vivido todavía lo que se siente al marcar. Su realidad está en un término medio. Ni tan poco ni tanto. Varios tienen más de lo que han dado, pero hay que sacárselo. Víctor Fernández no lo disimula. Hace ver lo que le gusta y lo que no. Sin recortes. El fútbol profesional es un mundo de adultos y hay que saber estar a las duras y a las maduras. Pero para la gestión de los grupos este tipo de distinciones y señalamientos no suele hacer mucho bien.