1- Cristian volvió a salvar al equipo

El Real Zaragoza ha cosechado un empate en Reus en un encuentro que se puede calificar de insuficiente dada las pretensiones iniciales y el trayecto ascendente que estaba perfilando la disciplina blanquilla. La ausencia de una solvencia táctica en un juego poco clarividente fue arreglada por un Cristian Álvarez que, tras unos encuentros con poco trabajo, se volvió a poner el mono para salvar los muebles de un Real Zaragoza que caminaba a la deriva, sin un rumbo fijo.

2- Luces y sombras en la defensa

La fortaleza defensiva fue mutilada por un Reus que, sobre todo en la segunda parte, jugaba a su antojo, filtrando balones en la medular y proporcionando oxígeno por un flanco izquierdo que Lasure no ha sabido contener. La fortaleza de Yoda fue una auténtica pesadilla para un canterano que se ha mostrado totalmente desbordado ante los cambios de ritmo del conjunto catalán. Sumado a ello, el poderío mostrado por el juego aéreo, el cual propició el tanto de Lekic, también marcó la diferencia con respecto a la pasividad que se vislumbraba, por lo general, en las líneas ofensivas zaragocistas. Solo Mikel y Benito en ocasiones pudieron poner puntos de sutura a la hemorragia.

La nota positiva la puso un genial Verdasca. El portugués, cuando el encuentro había caído en una fase de declive, sacó a relucir sus dotes. Solo contra el mundo, desde casi su propia área, recorrió a ritmo de correcaminos el césped y, tras una conexión con Borja, se plantó en el área rival. Su chut chocó contra la madera, pero fue Toquero, el más listo de la clase en ese momento, quien rescató el esférico para colarlo en la red.

3- Un jarro de agua fría a la salida del descanso

El final de la primera mitad dejaba un 0-1 en el luminoso que hacía pensar en que los tres puntos viajaban en papel rociado de oro a la capital aragonesa. No obstante, el parón fue la mutilación del Zaragoza. El equipo blanquillo saltó al césped totalmente desconectado, en un estado de sedación que propició el empate de Lekic. La nube que se posaba sobre el cielo de Reus se asentó sobre terreno zaragocista y parece que solo ahí descargó toda el agua. A partir de entonces, el césped encharcado se convirtió en el escenario del desinfle por completo del conjunto blanquillo. El duro machazo del gol fue la confirmación del declive de la escuadra aragonesa, que no supo cómo recomponer un fútbol sin argumentos, de escasa finura y desdibujado en líneas generales.

4- La obstrucción en el centro del campo

El centro del campo se convirtió en el foco de atasco de una carretera ya por si repleta de curvas mareantes. Ros y Guti no supieron responder a las exigencias de un partido que necesitaba de brillantez. El navarro tenía que ser hoy el mecanismo de aceleración del juego aragonés, pero a su motor le faltaba grasa para poder meter la sexta marcha. Por su parte, el canterano ejerció de obstructor de las internadas catalanas, pero careció de ese desborde que conforma su estilo de juego. Solo Eguaras pudo edulcorar con jugadas sacadas de su particular laboratorio un centro del campo sin frescura.

5- La ansiedad de Papu

Venía con unas notas sobresalientes después de dos partidos marcando y las buenas sensaciones dejadas frente al Almería, pero fue ese hambre de gol lo que rompió, aunque solo se tímidamente, la imagen que estaba forjando el georgiano. Sus buenas participaciones en tareas defensivas quedaron ensombrecidas por el egoísmo que demostró con la pelota en los pies. No buscaba la conexión con un Borja Iglesias desesperado, solo la materialización de un tanto que finalmente no llegó. Pecó de individualismo cuando se requería de la cooperación conjunta para sacar el barco a flote.