El Real Zaragoza salió de un callejón conflictivo, lo que son siempre los partidos contra el Numancia en Los Pajaritos, con un triunfo que, paradójicamente, alivia algunas heridas importantes que había sufrido en las últimas jornadas --incluida el reciente impacto de la despedida de Dwamena por sus problemas cardiacos-- para devolverle al ático de la clasificación. Su juego careció de fluidez, estuvo muy seriamente amenazado por los sorianos y falló un penalti que le concedió el VAR, una pena máxima que erró además su ariete infalible, Luis Suárez. Pese a todo, se encontró con un gol perfecto de ejecución de Eguaras a pase de Delmás, dos futbolistas bajo sospecha que se asociaron puntualmente y que sirve para correr un velo en nada tupido sobre otro mal encuentro que mejoró con los cambios, cuando Papunashvili y Álex Blanco aparecieron en lugar de Kagawa y Pombo, encarcelados por dentro por su ingravidez y apocamiento. Y Cristian no encajó, en algún caso de milagro. Todos pudieron dedicarle el triunfo a Dwamena. La justicia poética.

El triunfo y la capacidad para no rendirse fueron dos excelentes noticias de esa tarde pálida en Soria. Sin embargo, las mejores tuvieron en Clemente y Guti nombres propios. Si no llega a ser por los canteranos, a quienes se podría sumar Delmás con ese pase certero para el remate definitivo de Eguaras, el Real Zaragoza no habría derrotado al Numancia, casi siempre más cargado de razones y de soluciones. El central evoluciona en función de una curiosa rotación con Grippo, entre quienes, en estos momentos, existe una diferencia abismal a favor del aragonés. Esta vez fue el elegido y Víctor Fernández puede agradecerle la mitad de la victoria. Lo de Guti es punto y aparte porque, alejado de la sala de máquinas, pilota y sostiene las quebradizas columnas centrocampistas como un Sansón. Estuvieron estupendos, como si jugaran a otra cosa, valientes y decididos. Claves para disimular la caída o insípida aportación del resto de sus compañeros.

Clemente, a quien sin duda hay que seguir proyectándole desde la titularidad, está creciendo en firmeza, lectura de los instantes delicados y capacidad para decidir cuándo ha de ser protagonista no solo en defensa. Evitó un gol casi sobre la misma raya mientras se masticaba la tragedia, se interpuso con rotundidad e inteligencia en los contragolpes locales y simplificó lo que el resto complicaba. Como Igbekeme, Eguaras, Pombo y Kagawa, todos cometiendo fallos de calibre, eran incapaces de despojarse de la presión y anticipación del Numancia, el chico sacó pecho en la segunda mitad y se puso a saltarse líneas por el interior zurdo. Sus aventuras distrajeron al rival y se convirtieron un manantial en el que refrescarse de tanta sequía.

Raúl Guti, fuera de los focos que alumbran por cartel algo ficticio a Igbekeme y Kagawa, va por otro camino. Por el de ser un futbolista por encima de la categoría en la que se desenvuelve. Fuerte, constante, con mucha personalidad... Tiene pierna, oxígeno y un elevado criterio para elegir la mejor opción. Lo fue, magnífica, ese pase filtrado a Delmás en el que midió el tiempo, la distancia y la velocidad que imprimir a su toque al hueco para la llegada por sorpresa del lateral. Una sutileza convertida en llave maestra para conseguir una victoria sin más brillo que el suyo y el de Clemente. Es decir toda una central eléctrica en otro día oscuro aun a cielo abierto en la clasificación.