Tiene Víctor Muñoz un año más de contrato, hasta junio del 2015, pero desde que arribó a finales de marzo nunca ha dado por segura su continuidad a partir de junio. Al contrario. El paso de los días ha convertido las declaraciones sobre si seguirá en más dubitativas, incluso dando entender que iba a ser más que complicado que cumpliera su contrato. En Onda Cero la semana pasada aún fue todavía más claro cuando se le preguntó sobre si estaría aquí la próxima temporada: «Me iré, porque la realidad... Bueno, el Zaragoza se habrá salvado, estará en una situación más o menos cómoda, no sé si más o menos difícil, pero al final de esta temporada seguramente me iré», señaló. La frase, textual, y en la que Víctor da la impresión de querer decir más cosas de las que dice, revela la situación de absoluta cuarentena que vive la SAD propiedad de Agapito Iglesias.

Víctor llegó de la mano de Pitarch, algo que siempre el entrenador ha dejado claro, lo mismo que su distancia con Agapito, del que ha dicho cosas que casi ningún empleado se atrevería a decir del propietario de la empresa en la que trabaja. Sin embargo, el director general, que quiso encabezar un proyecto de compra del club y después retiró la oferta, agota sus días en el Zaragoza, porque sus diferencias con el dueño han sido claras y hasta públicas, como con Movilla. Si Agapito mantiene la propiedad, Pitarch se irá y desde luego también Víctor Muñoz.

El panorama se completa con un equipo muy poco fiable, con cada vez menos opciones de engancharse a la promoción, más tras la derrota en Gerona, y con muchos números para quedarse otro año más en Segunda. Ahí, el panorama es más sombrío aún. De entrada, al club le hacen falta 5 millones para terminar la temporada, incluidos pagos a Hacienda y la parte de las fichas de los jugadores, a los que de momento se les ha abonado solo las nóminas. Eso, entre otras cosas. A día de hoy, el Zaragoza no podría salir a competir el próximo curso. La falta de acuerdo en el finiquito de Paco Herrera o el embargo de Romaric ya se lo impedirían. Esos y otros temas hay que solucionar antes del 31 de julio. Y la única opción es una ampliación de capital, a la que difícilmente nadie entrará con Agapito de por medio. O una venta del paquete accionarial del soriano. ¿Quiere vender? Ha ofrecido sus acciones, o una parte de ellas, pero en las últimas semanas las conversaciones que ha mantenido no dejan tan claro que se quiera ir. Menos en el improbable caso del ascenso.

En Segunda otro año, la cantidad destinada a la plantilla, que ha rondado los siete millones, amortizaciones de fichajes de otros cursos incluidas, se podría ver reducida en unos tres millones, habría desbandada en la plantilla y menos margen aún para fichar, teniendo en cuenta que la activación del convenio de acreedores ya estaría más próxima. Si el club sigue en Segunda lo hará en el 2016, porque el descenso el curso pasado lo suspendió ese convenio por tres años. En la categoría de plata, con su nivel de ingresos de televisión (2,5 millones este año), el Zaragoza no podría vivir en ese escenario cuando se active la propuesta aprobada en su día con los acreedores.

EL PEOR CASO / Por no hablar, claro, de un hipotético y terrible descenso a Segunda B. El Zaragoza está a solo una victoria, o como mucho a 5 puntos, de evitarlo, pero aún no puede respirar tranquilo. Si bajase, la obra de destrucción de Agapito sería perfecta. El club estaría condenado en la práctica a desaparecer. En ese panorama lleno de incertidumbres e incógnitas la frase de Víctor Muñoz solo añade un poso mayor de dudas, de sombras, de un Zaragoza que está ahora, a todos los niveles, en el filo del abismo.