El velatorio 5 en el Tanatorio de Torrero vivió este lunes un emotivo reconocimiento de cariño y recuerdo para Avelino Chaves, exjugador y exsecretario técnico de la entidad, cargo en el que estuvo durante tres décadas, lo que le llevó a entrar con letras de oro en la leyenda del Real Zaragoza, como arquitecto de equipos tan míticos como los Zaraguayos o el que alzó la Recopa.

Para dar el más cálido abrazo a la familia y los más allegados de Chaves llegaron desde el club el presidente, Christian Lapetra, el vicepresidente, Fernando Sainz de Varanda, el director general, Luis Carlos Cuartero, o el secretario general, Paco Checa.

Minuto de silencio y brazaletes negros

También acudieron Víctor Fernández, que formó un gran tándem con Avelino en el equipo que alzó el título en París, y jugadores que lo lograron como Aguado, Cedrún, Solana o Aragón, además de Pedro Herrera, que cogió su testigo en la entidad, o el doctor Jesús Villanueva. El funeral por el eterno descanso del alma de Avelino Chaves se celebrará este martes a las 13.00 horas, en la capilla número 1 del complejo funerario de Torrero, aunque las limitaciones por la pandemia hacen que solo puedan asistir unas 50 personas al mismo. Además, la plantilla guardó un minuto de silencio antes del entrenamiento y el club ha pedido llevar brazaletes negros ante el Albacete el viernes 22 de enero y realizar un minuto de silencio en el choque en casa ante la Ponferradina una semana después.

Las muestras de cariño del zaragocismo han sido incontables estos días y una de las más significativas llegó desde Uruguay, desde Montevideo. Rubén Sosa, uno de los grandes fichajes de Avelino, aseguró que sintió «una pena inmensa, fue un golpe muy duro, porque Avelino era mi viejo en Zaragoza, mi segundo papá, el que estuvo en Uruguay para verme en el Danubio y para dar el primer escalón en mi carrera, que siempre es el más importante. Le estaré agradecido toda la vida, fue una figura clave para mí», aseguró el exdelantero zaragocista. «Era sencillo y honesto, muy transparente. Le encantaba el fútbol, pero más el de la calle, el potrero, por encima del de las grandes canchas y tenía un ojo bárbaro para ver a los buenos futbolistas», añadió.