Lo exige la categoría de plata, de mínimos ofensivos y de calidad en la gran mayoría de los equipos, y lo requiere también la propia capacidad del Zaragoza, que tiene que guardar cada gol como un tesoro inmenso, porque es más que evidente que no le sobra nada de pólvora. Le falta a toneladas, de hecho. El crecimiento del Zaragoza de JIM, la recuperación que vivió tras su llegada, se amparó en dejar la portería a cero para que llegaran los triunfos ante el Lugo, el Logroñés o la Ponferradina. De nuevo al dejar el cero en el marco propio, con una defensa casi espartana en el tramo final, metiendo centímetros y centrales a diestro y siniestro, el Zaragoza sumó otra victoria en su caminar hacia la salvación y sobre todo frenó una dinámica negativa que arrastraba tres partidos sin ganar y solo un punto de los nueve anteriores, un balance que trajo de nuevo todas las sombras y dudas.

En esos partidos, ante el Sabadell, con un penalti con la ingenua mano de Chavarría, ante el Alcorcón, en la estrategia y con el error de Cristian, o en Oviedo, cuando marcó Rodri superando a Jair, el Zaragoza había encajado y a este equipo exigirle que anote dos dianas para ganar parece casi quimérico. De hecho, solo lo hizo en 28 jornadas ante Las Palmas, el Girona, dos duelos que empató, en la victoria en casa ante el Logroñés y frente al Málaga, donde encajó, pero tenía esa renta de dos dianas.

El Zaragoza necesitaba volver a dejar la portería a cero tras cuatro partidos seguidos sin hacerlo, por mucho que en La Rosaleda ganara, y lo logró. De este modo, lo hizo en un encuentro donde solo sufrió de verdad en un cuarto de hora, el posterior al gol de Alegría, en dos saques de esquina, uno que acabó en repetición tras el tanto de Fran Sol y otro en el doble remate tinerfeño que desbarataron primero Cristian y después Alegría sobre la línea de gol.

Con cuatro centrales

El equipo cerró vías después a la portería del argentino, que también se reivindicó, seguro en todas las acciones, y en la segunda parte el Tenerife apenas generó peligro real, más allá de que acabó por empujar al cuadro aragonés hacia su área, donde JIM primero recurrió a una defensa con tres centrales, con Peybernes, y después rizó el rizo metiendo a un cuarto, Atienza por delante, además de sacar centímetros y poderío por arriba con Azón, Adrián o el Toro. No escondió el técnico alicantino que había acabado su equipo defendiendo colgados del larguero, señal de la trascendencia de los tres puntos, de proteger como el mayor lingote de oro ese gol que había anotado Álex Alegría.

Y ese es el camino, porque el Zaragoza solo ha anotado 19 dianas sobre el césped en 28 jornadas. No puede vivir de su pólvora, lo tiene que hacer edificando un sistema defensivo compacto, con una actitud competitiva y un espíritu irreductible. Eso hizo ante el Tenerife en su noveno partido liguero donde no encajó, como tampoco había hecho en los triunfos ante el Albacete, el Fuenlabrada, el Lugo, la Ponferradina y el Logroñés y en los empates ante el Alcorcón, luego victorioso, el Mallorca y el Sabadell. La senda de la salvación está ahí. JIM lo sabe y lo ha recalcado por activa y pasiva. Toca seguir a pies juntillas esa doctrina.