En el Real Zaragoza la idea es más volátil, con más espacio para la improvisación, para que aparezca la magia de sus jugadores. En cambio, Míchel desde el primer momento ha insistido y persistido en una idea que, según el partido y el grado de motivación, cala a la perfección o se vuelve un arma de doble filo.

El preparador madrileño quiere la pelota y sufre mucho si no la tiene. Para ello dispone tres centrocampistas, uno de carácter defensivo, posicional, que ofrezca salida de balón y claridad, un puesto que tiene en Mosquera a su dueño y señor. Es el termómetro, si está bien, el Huesca lo está. Por delante, dos interiores con recorrido y, sobre todo, mucha llegada. Abarcan mucho campo y, cuando caen a banda, apoyan a los dos extremos a las subidas de los laterales, por lo que entran en el área con asiduidad libres de marca, sorprendiendo, o ayudan a generar superioridades en los costados. No en vano, Mikel Rico es el segundo máximo goleador de los azulgranas con siete tantos, Juan Carlos suma cuatro y Eugeni, tres.

Los inquilinos de los extremos siempre buscan una triple amenaza: la posibilidad de encontrar a los laterales, ir hacia el interior o buscar el uno contra uno y el centro para un Rafa Mir en racha y especialista aéreo por su altura y fortaleza o al ratonero Okazaki, el máximo goleador del conjunto altoaragonés con nueve dianas.

En los laterales, si juegan Luisinho o Pedro López suele resguardarse más y, en cambio, si los inquilinos son Javi Galán y Miguelón suele prodigarse más en ataque el cuadro oscense. En cuanto al centro de la defensa, Pulido es el jefe, mientras que sus acompañantes se están mostrando muy irregulares. Insua no termina de encontrar su mejor nivel, especialmente por el apartado físico; Josué Sá combina buenas actuaciones con errores individuales, mientras que a Datkovic los fallos le están lastrando en exceso.

Cuestión de regularidad

Sin embargo, todas esas virtudes del Huesca las muestra, salvo en contadas excepciones, solo en casa. En pocos partidos a domicilio muestra valentía, arrojo y empeño por ganar durante muchos minutos y ahora, tras el parón, le está costando mucho dominar y, por lo tanto, sufre.

Además, tiene bastantes vaivenes, al combinar minutos de muchísima lucidez en los que son capaces de arrinconar a sus rivales, con otros en los que no consigue pasar del medio del campo, Otro problema al que no encuentra solución Míchel es su fútbol en las segundas partes cuando va ganando. Tiende a encerrarse, no controlar la pelota y no buscar el gol de la sentencia, lo que le ha costado ya nueve puntos en los últimos instantes. Por contra, si va por debajo tira de puro orgullo y corazón y es capaz de percutir hasta las últimas consecuencias. Necesitará una versión valiente y vertical, esquivar los errores propios en defensa e impedir que el Real Zaragoza corra.