El Real Zaragoza se quedó sin cantar gol por primera vez esta temporada. Gozó de más y mejores ocasiones el equipo aragonés, tuvo más el balón y, ante todo, quiso más, mucho más, que un Lugo ultradefensivo solo preocupado por dejar pasar el tiempo, pero nada consiguió derribar la muralla rival. Lo va a tener difícil el equipo aragonés en La Romareda ante propuestas de este tipo. El Lugo salió con tres centrales y el equipo gallego se fue achatando hasta concentrar a sus diez jugadores de campo en apenas veinte metros de terreno, todos por detrás del balón. Un plan de partido que desesperó a la grada y que frenó en seco al equipo de Víctor Fernández.

Tampoco es que fuera un vendaval el Zaragoza, ni que aplastara a su rival, si acaso hubiera ganado a los puntos. Pudo hacerlo mejor el equipo aragonés, atascado en la creación con Eguaras ayudando a los centrales en la salida de balón y Ros e Igbekeme a los mandos, impreciso en la definición, en los metros de la verdad, pero aún así le bastó para ser mejor que su oponente. Sin embargo, ser mejor no fue suficiente para ganar. Pudo decantar el partido Dwamena de cabeza en el minuto dos, Suárez en un mano a mano en el once. Pudo cambiar el partido si Areces Franco hubiera expulsado a Pita a la media hora de juego. Todo eso pudo ser pero no fue.

La realidad fue otra, más áspera. El partido, se vio bien pronto, requería paciencia. Tocar y tocar, profundizar, abrir el campo... Lo intentaron Nieto y Vigaray y bien que lo notó el Zaragoza tras la lesión del lateral derecho. Sin embargo, el equipo no encontró la llave que abriera semejante cerrojo. Las armas habituales no servían, imposible golpear a la contra a un equipo que no tiene el balón, mucho más difícil que Eguaras haga magia si tiene que retrasarse casi como central, y Pombo y Papu tampoco entraron con ganzúa.

No encontró soluciones el Real Zaragoza ni dentro ni fuera y fue de más a menos en el partido. También fue languideciendo el propio encuentro ante las continuas interrupciones y pérdidas de tiempo del rival. La pelea de Luis Suárez no tuvo premio esta vez, aunque sí el reconocimiento de La Romareda. El colombiano volvió a ser el más activo, el más guerrero, el más inquietante para el contrario. La grada, eso sí, acabó más irritada que otra cosa, no con su equipo sino con el Lugo y con el colegiado, blanco de casi todas las protestas.

Todos los números fueron favorables al Zaragoza. La posesión (65%-35%) y los tiros totales (25-6) explican rápida y sencillamente qué quiso cada uno. Todos menos los que deciden de verdad los partidos porque el marcador no se movió. Por primera vez en seis partidos se quedó sin gol el Real Zaragoza. De los 25 disparos aragoneses, solo cuatro fueron entre los tres palos, ninguno en toda la segunda parte. Hasta ahora había marcado siempre aun con sufrimiento, sobre todo en La Romareda, como un premio a su idea, a su juego, a la pelea continua. Pero a veces todo eso no basta.

Un penalti al borde del minuto 90 desatascó el partido ante el Elche (1-0) y hubo que esperar hasta el 80 para que Kagawa acertara frente al Extremadura (3-1). Dos partidos que parecían abocados a otro desenlace y cuyo guión cambió in extremis. La película ante el Lugo tuvo otro final, dos puntos menos en la tabla. Pero dejó una lectura para el futuro. Al Real Zaragoza le esperan más duelos así y va a tener que prepararse para hacer algo más. Porque a veces ni ser mejor basta para ganar.