El 2001 fue un año de grato recuerdo para el Real Zaragoza. Se había consumado una agónica permanencia con un empate en Balaidos y se logró la quinta Copa del Rey, conseguida precisamente ante la escuadra celtiña. Mientras aquella temporada fluía entre incertidumbre, la dirección deportiva comandada por Pedro Herrera ya oteaba el mercado en busca de posibles refuerzos. Manejaban informes de diversos futbolistas apetecibles para robustecer al club zaragocista. Entre esa voluptuosa pila de documentos destacaba el nombre de un joven espigado de actitud ruda que destacaba en el Malmö sueco. «Estuvimos interesados en fichar a Zlatan Ibrahimovic», relata Manolo Nieves, histórico jugador zaragocista y antiguo miembro de la parcela técnica.

Ya no era ese niño malhechor que robaba bicicletas y gastaba bromas pesadas con sus amigos en el barrio de Rosengard. No lo hacía solo por diversión, quería evadirse de la cruda realidad que vivía en casa; con un padre alcohólico, sin apenas ingresos, y su madre que trabajaba limpiando otros domicilios, esclavizada todo el día en su puesto de trabajo. Tuvo una infancia sin barreras, con poca atención. «Abría los armarios en busca de comida y solo encontraba mantequilla, una hogaza de pan y cerveza», reza el sueco en su biografía.

Fue el fútbol lo que cambió su destino. Pasaba todo el día en una cancha de hormigón y de verjas oxidadas. Una vía de escape que le permitió llegar al Malmö FF, el equipo de su ciudad y donde comenzó la leyenda de uno de los futbolistas más explosivos e icónicos de los últimos años. Un mito que empezó a formarse en el 2001, cuando crecía con desparpajo y arrogancia. Fue durante aquel periodo cuando en las oficinas del Zaragoza se recababan los primeros informes sobre el punta sueco de 19 años «Era un jugador que nos gustaba. Sabíamos de su potencial y que detrás andaban muy buenos equipos», cuenta Manolo Nieves.

Hacía unos meses, el Malmö había rechazado al Arsenal de Arsène Wegner por no estar de acuerdo con el procedimiento de la operación. Pese a las dificultades fueron a presenciar en directo a aquel chico que tanto embriagaba a los ojeadores del fútbol europeo. «Fuimos a verle a Suecia, pero cuando contactamos con su representante para conocer su situación nos dijo ‘lo siento, llegan tarde, se lo ha llevado el Ajax’».

El amor de Benhaakker

El Malmö se desplazó en el mes de marzo hasta La Manga (Murcia) para disputar un partido amistoso frente al Moss FK noruego. El Ajax había estado siguiendo a Ibrahimovic por mediación del ojeador John Steen Olsen. Sin embargo, fue en suelo español cuando llegó el flechazo. El exentrenador del Real Zaragoza, Leo Benhaakker, por aquel entonces director deportivo del Ajax, se desplazó a La Manga para ver a Zlatan. Acto seguido forzó a la directiva del club holandés para ficharlo.

Fue un traspaso récord para el fútbol sueco. 85 millones de coronas —algo más de 9 millones de euros—, además de un Mercedes último modelo a petición de Ibrahimovic. Unas cantidades estrosféricas, inalcanzables para aquel Real Zaragoza. «No había nada que hacer, se manejaban cifras muy altas. Nuestro capital no llegaba para poder alcanzar las cifras que ofrecían los mejores equipos del continente europeo».

Zlatan Ibrahimovic fue uno de los nombres que se barajaron en aquella dirección deportiva. Archivos cargados de informes fascinantes, con futbolistas por aquel entonces desconocidos, pero que terminaron teniendo un futuro deslumbrante. «Intentamos fichar a Diego Forlán, Pedro Herrera tenía informes suyos. Pero no pudimos competir con el Manchester United. Otro que quisimos fue Esteban Cambiasso. Tenía 16 años y lo fui a ver en directo, pero me encontré con Vicente del Bosque, que lo estaba también viendo. Al final acabó marchándose al Madrid. También pudimos fichar a Falcao, pero eso es otra historia. De los últimos que recuerdo ver fue a Ben Arfa y Gourcuff, me encantaron, pero se los llevaron otros equipos», relata Manolo Nieves. Una dirección deportiva de altas aspiraciones, que inspeccionaba el mercado con minuciosidad, por todos sus rincones, en busca de jóvenes talentos. «Si hubiéramos tenido más capital no quiero imaginar a lo que podríamos haber aspirado...».