Esto es el fútbol, esto es lo que provoca ser un club grande y esto es el Real Zaragoza y el nivel de exigencia que siempre lleva a cuestas. Cuatro puntos de seis en los dos primeros partidos han dejado un regusto áspero, en el vestuario en primer lugar («nos sabe a poco», coincidieron Idiakez y Pombo tras el punto en Reus), sobre todo después de jugar contra un rival mermado y al que se pudo ganar. No fue así y el Zaragoza cierra la segunda jornada con una victoria y un empate (como Las Palmas, que ha jugado en casa ante el Reus y el Albacete; el Deportivo, que lo ha hecho fuera en el Carlos Belmonte y en Almendralejo o el Oviedo, que empató con el Extremadura y ganó en Córdoba…).

El nivel de juego del equipo aragonés ha dado hasta ahora para el aprobado, con algún momento de notable poco lustroso. Todavía no ha alcanzado la brillantez en ningún momento. Ahora mismo, el Real Zaragoza continúa estando muy condicionado por circunstancias indeseadas, primero la llegada tardía de dos de las referencias ofensivas (Gual y Álvaro Vázquez) y, por encima de todas las cosas, por lesiones que han afectado a jugadores llamados a elevar el nivel futbolístico hasta un punto más diferencial, especialmente en la zona donde se cuecen los partidos.

El centro del campo está disminuido. La ausencia de Eguaras es muy relevante. No es lo mismo jugar con Verdasca, Ros, James y Buff, que con Íñigo, Zapater, James y Papu, todos en sus máximos. O con Guti. Hará falta tiempo para ver la mejor versión del equipo. Se la darán jugadores que aún no están o están recién aparecidos y en baja forma.