El primer rival un poco competitivo de toda la pretemporada, pese a militar también en Segunda B como los anteriores, ha aproximado al Real Zaragoza a su realidad presente, la de un bloque tierno en la mayoría de sus líneas. Le falta de todo para ser ese aspirante firme a iniciar el campeonato en los primeros puestos de la parrilla de salida. Tiene buen cuerpo, apariencia ofensiva y deseos de ser gobernante de la pelota, pero carece de esqueleto y de grosor táctico. Le urge futbolistas que añadir a su nómina, entre ellos otro central, un mediocentro y un mediapunta que supla a Pep Biel. La ausencia del balear, quien ya ha tenido sus minutos con el Copenhague, se dejó notar hasta que entraron al campo Soro y Pombo para protagonizar la acción previa al gol definitivo de Lasure. Un victoria en el último minuto después de remontar en un par de ocasiones que ni amarga ni endulza nada. Pero avisa para rectificar cuanto antes.

La defensa está tan poco exigida que a la mínima demanda, que se produjo tras la lesión de Atienza y el relevo de Grippo, se hizo un flan. No solo fue cuestión de la gente de seguridad, sino también del equipo, remolón y lento en el repliegue tras una pérdida en zona avanzada. Acudió Pombo para solucionarlo y en su tan entusiasta como desafortunada colaboración cometió penalti en un lugar extraño para el centrocampista. Nadie le había hecho un solo gol al cuadro de Víctor Fernández porque enfrente no había habido nadie. Dos le marcó el Nástic y mantuvo en tensión a Ratón, despierto y ágil en sus intervenciones pero algo despistado en el tanto que inauguró la cuenta local. El Real Zaragoza dispone de personal experimentado y con centímetros en esa parcela primordial en esta categoría. No es suficiente si pretende volar alto. Se intuye que falta un punto de velocidad y relevos con garantías cuando se abran las puertas de la enfermería, que ya tiene a su primer inquilino en Atienza.

El encuentro tuvo poco gracia. Eguaras tomó el mando y se jugó a cámara lenta. Solo Guti, con Igbekeme desplazado de todo protagonismo, mantuvo al tipo con gestos de líder traducidos en excelentes cambios de orientación y administración sensata del balón. Si el navarro no recupera su demasiado antigua jerarquía, el canterano se postula cada vez con mayor fuerza como ancla en una posición que debería tener más alternativas que la del laborioso pero liviano Javi Ros. Muy pobre el juego interior y algo más animado por fuera con Álex Blanco derrochando energía, calidad en los controles y malas decisiones finales. El fútbol zaragocista acusó sobrepeso en la creación y, por momentos, flaqueza en el regreso para las ayudas defensivas. El Nástic le mantuvo el pulso y le retó en el círculo de los pensadores, algo que no se puede pemitir el equipo de Víctor Fernández cuando llegue el fuego real.

Quien no utiliza balas de fogueo es Raphael Dwamanea. Aislado y sin colaboradores cercanos, el ghanés hace que se contenga el aliento tan solo con su presencia. No pudo marcar, pero entre la niebla de un partido gris, volvió a dejar detalles que le auguran un porvenir notable. Un taconazo para Blanco, un lanzamiento de falta que sacó el reloj de la muñeca de Bernabé y su constante generosidad y simplicidad en las combinaciones hablan cada vez mejor de este joven gigante. Por contra, Luis Suárez deambuló por el encuentro. El técnico aragonés volvió a juntarle de salida con Dwamena aunque le concedió un papel secundario en la banda. Es un tema a estudiar. El colombiano tiene la costumbre de ser el alma de la fiesta y su fútbol le reclama en ese papel. Fuera de su ecosistema, se reducen sus prestaciones. Para sacarle todo el jugo, el Real Zaragoza tendría que actuar con dos puntas y corregir la posibilidad que sus teóricos goleadores ocupen los mismos espacios. En este equipo por edificar hay chicha y poco hueso.