Apenas tiene 16 años y acaba de acceder a la etapa juvenil, pero su nombre ya suena a fútbol del bueno. En realidad, hace tiempo que Luis Carbonell deleita a propios y extraños con la camiseta del Real Zaragoza. La suya. La de siempre. Esa que luce un escudo que se comía a besos el pasado miércoles al celebrar los tres goles que le hizo al Apoel en la ida de la segunda eliminatoria de la Champions de la categoría. Es, seguramente, la joya de la corona de una entidad que, en todo caso, no piensa dar un paso en falso en la formación de un futbolista de un potencial extraordinario al que blindó hace menos de un año con un contrato hasta el 2023 y una cláusula que ahora se sitúa en los 1,5 millones pero que subirá a 2 a final de temporada y a 3 en la 2022-23 tras incrementarse medio millón por año.

El plan, pues, es extremar las precauciones y que la progresión de Carbonell, al que ya estuvo a punto de llevarse el Barcelona en cadetes, vaya paso a paso. Sin forzar ni provocar saltos innecesarios. Se considera que ni son convenientes ni adecuados para la evolución de un futbolista que, además, necesita tranquilidad y cuidados para no salirse del camino marcado.

Porque Carbonell no ha tenido una vida fácil. Su difícil entorno familiar le ha llevado a vivir solo con su hermano mayor, y es su abuela la que asume la alimentación de ambos. El pasado verano, el club tuvo que diseñar un plan específico para que perdiera cuatro kilos y, de este modo, proteger y fortalecer una rodilla que venía dándole problemas.

Y el delantero, autor de 78 goles en su único año en la categoría cadete, cumplió. Siempre lo hace. Aunque, esta vez, había una razón más para hacerlo. Carbonell se iba a reencontrar con un entrenador especial para él: Iván Martínez, con el que ya coincidió en infantiles. Ahí nació algo más que una relación entre jugador y entrenador. Porque el ahora técnico del División de Honor juvenil conoce como pocos al delantero. Y este lo considera mucho más que su preparador.

Precisamente, el entrenador forma parte de ese entorno, al que también pertenece su agente, el exjugador Moisés García León. Todos se desviven por mantener al jugador en la senda adecuada y por que mantenga esa humildad que luce en la actualidad un futbolista que siempre ha estado una etapa por encima de lo que le correspondía por edad.

Carbonell es feliz jugando al fútbol y el fútbol es feliz con Carbonell. Hay futbolista. Nadie duda de eso en la Ciudad Deportiva, aunque todo el mundo coincide en la obligación de seguir marcándole ese camino. «Saberle llevar», subrayan. Solo así, dicen, no se perderá un futbolista que ha figurado en agendas de Atlético, Espanyol, Valencia o Manchester City, entre otros. Solo así, llegará al primer equipo o dejará una cantidad importante en las maltrechas arcas de la entidad cuando llegue, que llegará, una oferta quizá irrechazable. Solo así.

Cautela y prudencia. El recetario incluye ese cariño que al delantero le llega desde todos los sectores del club. Sobre todo, de unos compañeros que le adoran. Y él les adora a ellos. Juntos forman un equipo casi invencible. Comparten algo más que el balón. Son cómplices. Hermanos. Sagrados para el zaragozano, que se parte la cara por ellos en el campo. Es esa fuerte personalidad, ese desparpajo y esa bendita humildad lo que tiene encandilado a todos. Incluida a La Romareda, que solo sabe de él lo que necesita saber: que tiene magia.

Los trucos empezaron en el Escalerillas, después pasó al Montecarlo y de ahí al Real Zaragoza, cuyo trabajo invisible con el jugador está siendo encomiable. Ayer por la mañana, apenas unas horas después de aparecer en todas las portadas, Carbonell estaba entrenando en solitario para recuperar el esfuerzo físico derrochado durante el partido. La activación como herramienta necesaria para cuidar un tobillo y un aductor que le han dado problemas en las últimas semanas y que le impiden estar todavía al 100%. Máximo cuidado. Máxima protección. Mínima exposición. Mínimo riesgo.

Así que nadie espere un salto inmediato al primer equipo. La idea es que Carbonell alcance los 25 o 30 goles en el juvenil, donde ha de completar la temporada. A partir de ahí, el fútbol dirá. Quizá seguir en el División de Honor. O subir al Deportivo Aragón. O tal vez el primer equipo lo reclame. Puede que vuelva el Barcelona. U otro. Eso será en el futuro. El presente obliga a soñar. Y a cuidar al monstruo.