Fue una de las canciones del verano pasado y la pauta principal para construir la plantilla de la temporada 2019-20, con la que subrayar las diferencias con respecto a la de la campaña inmediatamente anterior. El Real Zaragoza había sido un equipo demasiado liviano, frágil, y para competir por metas de más altura necesitaba jugadores con una mayor capacidad física. Muy especialmente Luis Suárez, y otros como Dwamena y Vigaray, personificaron ese propósito. La localización del problema fue certera y su aplicación y resolución durante la Liga, también. Hasta que apareció la pandemia.

Para la temporada que arranca este sábado y en la que el Real Zaragoza debutará en dos semanas, Lalo Arantegui ha seguido un patrón similar para reconstruir la delantera, desierta tras la marcha de todos los cedidos (Suárez, Puado y Soro), además de Linares tras acabar su contrato. Jugadores poderosos físicamente, con muy buena percha, capaces de realizar un importante despliegue físico, de soportar los contactos, el cuerpo a cuerpo y de llenar de energía el frente de ataque y, muy importante, la primera línea de presión. Ese es el perfil del Toro Fernández y de Juanjo Narváez, jugadores distintos, el primero un nueve tradicional, de área, y el segundo más polivalente, pero ambos muy poderosos. Algo menos Vuckic, que es otra cosa aunque su figura es también llamativa. Como la de algún recién llegado para la segunda línea, caso de Zanimacchia, cuya virtud física es la velocidad, ese tesoro si se usa con control y buen equilibrio.

El director deportivo ha contratado futbolistas con cualidades distintas a las de sus predecesores, pero con una idea común: gente con físico. Y, también como la temporada pasada, con hambre para llevarlo al límite y necesidad de reivindicarse o de hacerse un nombre en el fútbol. Jugadores con cosas por hacer, no hechas. Así arrancará el cuarto proyecto de Lalo Arantegui en Segunda. Cuatro, el doble de dos… Con una buena idea y, sobre el papel, que tantas veces ha acabado mojado, ejecutada correctamente en el complejo contexto económico de este Zaragoza contemporáneo. La teoría vuelve a marchar. Veremos la química y la práctica. Lo que medirá su éxito no serán las intenciones ni las palabras, sino el resultado final, ese gran caballo de batalla.