Qué bien jugó el Real Zaragoza en la primera parte. Un equipo estupendo, convencido con la pelota y sin ella, arrinconando al Málaga en un callejón sin salida. Con Pep Biel, Igbekeme, Guti y Ros majestuosos y autoritarios para hacer del centro del campo su jardín. Cristian solo tuvo que intervenir una vez en ese periodo de inspiración total del conjunto aragonés, por delante en el marcador con una señor tanto de Biel, un gol que el mallorquín fabricó con elegancia en el quiebro y veneno en el golpeo con la derecha. Pero los partidos, mientras el reglamento no diga lo contrario, tienen una duración de 90 minutos. El Real Zaragoza se fue al descanso sin leer la letra pequeña aunque bien visible del contrato, y regresó de él hipnotizado, irreconocible y acobardado. Descompuesto en la medular que había sido su pilar y con una defensa abonada al garabato. Ya frente a un Málaga desatado, más metido en su papel de escuadra muy superior, arrolladora con sello propio y haciendo sangre de los errores atrás de su adversario, fallos que se sucedieron como en los peores tiempos. La salvación matemática, que se rubricará esta jornada si Rayo Majadahonda, Tenerife y Lugo yerran en sus respectivos encuentros, no pudo ser. Tampoco algo que resume la temporada y que define la auténtica dimensión de esta plantilla: no se ha ganado a nadie de la parte alta de la clasificación. Palizas a los más pequeños o desahuciados, triunfos a pares sobre Oviedo y Sporting y poco más de lo que enorgullecerse. La teoría extendida por el oportunismo de los últimos buenos resultados de que la mayor parte de este grupo es la base de un futuro halagüeño, se desploma por completo. Hay algún futbolista potable (Cristian pedestal aparte), casos de Biel, Soro, Guti y por momentos Nieto o Igbekeme. El resto, para andar por casa o pelear por la permanencia con mayor o menor apuro. El Málaga lo dejó bien claro como antes lo hicieron Mallorca, Granada, Osasuna, Deportivo o Cádiz. También Almería y Alcorcón, pertenecientes a la clase media del torneo.

Quizás disponga de materia prima para no haber sufrido tanto, porque ha competido bien en partidos que ha perdido o empatado, como el del Carranza. Sin embargo, en esa virtud tiene su gran petinencia, por lo menos para subir un escalón en la pirámide de una Segunda División mala de solemnidad. Ha jugado bonito con vocación ofensiva, aunque sin la suficiente regularidad ni madurez. Y vayamos al grano, al epicentro que le sitúa por debajo de la medianía: su línea defensiva, con o sin Guitián, no se corresponde ni de lejos a la de un equipo que aspira a grandes empresas. En La Rosaleda, Delmás, Verdasca, Guitián y Nieto fueron humillados por Ontiveros, Renato y Blanco Leschuk una vez que el Málaga activo todos sus motores atacantes. Distraídos, blandos, dormidos en los laureles los cuatro en la suerte de la anticipación. Álex Muñoz, que parecía un central de bella factura, se ha mostrado muy verde, y Benito ha encadenado lesiones de todos los colores que no le auguran un porvenir físico mejor. De Dorado, míninas noticias salvo en la enfermería que también ha visitado Lasure. En esa trinchera de innegociable resistencia es donde los equipos bien construidos ganan guerras, y donde el Real Zaragoza yace boca abajo con varios tiros de fuego amigo y una esquela en la espalda, la de la buena prensa que ha sobredimensionado las batallitas sacadas adelante.

Puede que la salvación sea una estupenda noticia y haya que aceptarla como premio gordo. Sobre todo después de que la Fundación Zaragoza 2032, como suele hacer cada verano fruto del márketing y del espejismo estival, anunciara el ascenso como objetivo. Desde ese prisma, el curso ha sido todo un éxito por que el brinda ahora la directiva, arrugada por lo que se le venía encima cuando el descenso soplaba en la nuca. Una vez superada la angustia en los despachos, se ha aprovechado para ofrecerle a Víctor Fernández la continuidad, cuya condición de icono salvador le ha venido de perlas para distraer la atención de los aficionados, por otro lado encandilados con el entrenador aragonés. A Víctor no se le puede negar una importante influencia en esa huída de los infiernos, nunca por debajo del rango de Pep Biel, por ejemplo, o de Cristian, a quien solo le ha faltado caminar por las aguas. Pero ese montaje del ofrecimiento de continuidad al técnico produce cierta dentera en su puesta en escena, en una negociación abierta en vía muerta. Porque el mensaje continúa siendo de austeridad y el entrenador solicita garantías para no ser una mera comparsa por la categoría. O peor. Si Víctor da su aprobación, lo hará sin red, y posiblemente con un Lalo Arantegui muy poco feliz a su lado si se le otorgan poderes en la parcela de los fichajes.

Con dos partidos aún pendientes por delante, Numancia y Tenerife, y varios técnicos en la sala de espera hasta que Víctor Fernández decida si se va o se queda, el Real Zaragoza se marchará con la séptima temporada consecutiva en Segunda esperándole a la vuelta de vacaciones. El problema y la solución de este club no está en el inquilino del banquillo, sino en hallar fórmulas económicas para elevar el límite salarial y formar una plantilla musculada en defensa, con pulmón y juego del auténtico en el centro del campo y al menos un delantero puntual en todos los partidos. Si no es así, la travesía por el desierto o por el cuento seguirá con o sin mesías al frente. Todo es demasiado pequeño ahora para suspirar por la grandeza, por derrotar siquiera a un solo rival de los de arriba.