El pasado enero el empresario belga Roland Duchatelet compró el 81,3% de las acciones del Alcorcón. Se habló de una operación de 4 millones de euros, si bien como dijo el expresidente del Alcorcón, Julián Villena, esa cifra era una barbaridad. Habría que hablar de bastante menos dinero, pues, nunca más de dos millones. En todo caso, Duchatelet, que poco antes se había hecho con el Charlton, club que milita en la segunda inglesa, y que ya había añadido a su colección al Standard de Lieja, al Truidense VV belga, al Carl Zeiss Jena alemán y al Ujpest húngaro --ahora apunta al Bari italiano--, quería hacerse cargo de un club de Segunda de España y apostó por el Alcorcón tras mirar los números del Zaragoza y el Mallorca y comentar en su entorno que sería una locura arribar aquí.

En el Alcorcón se hizo cargo de un club sin apenas deuda y con más de 20 futbolistas en propiedad. Y en el Zaragoza hay muchos jugadores que están cedidos, otros, como Álvaro, por ejemplo, no son propiedad al 100% del club, milita también en Segunda y la deuda reconocida en la última Junta está en unos 113 millones de euros, con una convenio de acreedores que está suspendido pero que se activará cuando se suba a Primera o en Segunda en el 2016.

Los grandes inversores, los empresarios que quieren entrar en el fútbol, miran sobre todo el valor de la plantilla de ese equipo y su situación --en Primera, donde cada jugador en propiedad tiene un valor de 1 millón de euros-- o en Segunda --un cuarto de esa cifra--. Después, claro, su nivel de endeudamiento y sus contratos televisivos. Por ahí, el Zaragoza de Segunda tiene una clara desventaja. Después, las propiedades que tenga el club --estadio o ciudad deportiva-- no son tenidas muy en cuenta. En un tiempo donde el valor de los terrenos es bajo y en el que la UEFA a través del Fair Play financiero mira con lupa a las posibles ayudas de los gobiernos a sus clubs, un estadio en propiedad es visto más como un lastre económico de mantenimiento. Pero es que además La Romareda es de propiedad municipal y sobre la Ciudad Deportiva pesan embargos de Ibercaja y Hacienda.

Si un inversor quiere entrar en el Zaragoza necesita 5 millones para acabar esta temporada y aún más dinero para salir a competir en la próxima, normalmente en Segunda --en caso de ascenso el escenario cambia-- para buscar una plantilla con la que subir. Y no es fácil obtener dinero para el fútbol, menos para un club como el de Agapito. El estricto control de la Liga con los presupuestos, la obligación de que los salarios de toda la entidad no excedan el 75% del presupuesto y la imposibilidad de obtener créditos a largo plazo con el aval de los derechos televisivos --como mucho para la siguiente temporada-- son algunos ejemplos.

Otra vía de financiación para posibles compradores son los Risk-Media, son fondos de inversión de riesgo que conceden financiación con un alto interés, sobre el 12%, y que tienen clientes en los clubs de fútbol o en empresarios interesados en ellos. Sin embargo, el Zaragoza no está muy bien visto en este tipo de fondos. Con ese escenario, es normal que una venta como la que plantea Agapito no sea nada fácil.