En su primera rueda de prensa del curso 2019-2020, Víctor Fernández usó un término muy ilustrativo para definir la situación que se encuentra el Real Zaragoza cuando sale al mercado con respecto a algunos de sus rivales. «Competimos con transatlánticos». Al entrenador no le falta razón, le asiste en algunos supuestos. El club aragonés no está en disposición de acometer movimientos de la envergadura de los que, por citar varios ejemplos, realizó el Deportivo de La Coruña con Quique González (pagó 1,7 millones de la cláusula), Osasuna para firmar a Aridane (1,5 millones) o el propio equipo navarro con Juan Villar (850.000 euros).

Está en otra onda, lejos de esa galaxia económica. Sin embargo, aunque menos de las que le gustaría, el Real Zaragoza sí está capacitado para acometer algunas operaciones de cierto calibre para entrar, al menos, en pujas por varios jugadores. Este verano, la SAD ha firmado a Pichu Atienza con la fórmula de un traspaso en una negociación exprés en la que se comprometió a abonar 450.000 euros en tres años, 150.000 por ejercicio. O de absorber una ficha elevada como la de Luis Suárez, equivalente a los mejores sueldos de la temporada pasada. O de finalizar con éxito una negociación muy difícil como la de Vigaray, un futbolista de solo 24 años pero con una trayectoria sólida de seis años seguidos en Primera entre el Getafe y el Alavés. O de hacer una propuesta realmente poderosa al Levante por Dwamena, objetivo número uno para completar la delantera.

La marca Real Zaragoza sigue teniendo mucho peso y atractivo. La capacidad de seducción del club estos últimos años está demostrada. La presencia de Víctor multiplica el encanto. Pero no seamos ingenuos. Para determinados fichajes, el Zaragoza no solo cuenta con la fascinación de la marca. Va con menos que los más poderosos, pero con un muy buen dinero.