Cuando Eguaras habló ayer de que la pubalgia es una lesión que le va a seguir dando guerra, la frase sonó como un proyectil que cruzó la ciudad futbolística de sur a norte. El centrocampista, el faro que aporta más luz al juego de creación, único en su especie en la plantilla, reapareció en Albacete después de cuatro meses de inactividad por una dolencia incapacitadora y molesta. Molesta y que le sigue molestando.

Ese dolor irá marcando el pulso competitivo del Real Zaragoza en las próximas jornadas. Eguaras regresó cuando el fútbol del equipo transitaba por un túnel oscuro, dos partidos y medio tenebrosos, 45 minutos con él también en el césped, por el momento los últimos de ese pequeño viaje por el desierto. En la segunda mitad en el Carlos Belmonte, el foco de Íñigo volvió a alumbrar el juego entre líneas tan distintivo de este proyecto y el Zaragoza fue capaz de igualar un 2-0 en contra, generar un buen caudal ofensivo y ocasiones incluso para haber remontado.

La ausencia de Eguaras ha marcado el inicio de la Liga. No hay otro Eguaras. Esa baja, unida posteriormente a la de James, pulmón irremplazable, provocaron un agujero negro justo en el medio. El Real Zaragoza tiene un excelente centro del campo con todos los jugadores en buen estado físico: Eguaras, James más el mejor estado de forma entre Guti cuando regrese, Zapater y Ros dan para cualquier aspiración. Sin el navarro ni el nigeriano, el escenario cambia sustancialmente. Ya lo hemos visto.