Papu, en principio, volverá a Zaragoza el próximo fin de semana. Evidentemente, no jugará el lunes ante el Nástic, y, según afirmó el propio club aragonés, aterrizará «completamente recuperado» de una sempiterna lesión que aquí no curaba y que en Georgia habrá sanado por completo. Una ausencia que en principio iba a durar dos semanas se amplió luego a tres y más tarde a un mes, un extenso plazo que ha coincidido con la caída de un Zaragoza que lleva prácticamente toda la temporada sin contar con uno de sus activos principales.

Papu lleva desde principios de marzo en su país con un médico de su confianza. El Zaragoza sostiene que el tratamiento de recuperación que el galeno ha impuesto al futbolista está coordinado con los servicios médicos del club aragonés. El diagnóstico, en todo caso, es el mismo allá que aquí. Un edema con inflamación de un tendón de su tobillo izquierdo. Ni rastro de rotura, pero mucho dolor sobre todo al golpear.

La marcha y prolongada ausencia de Papu no solo cuestiona la confianza del futbolista en los servicios médicos del Zaragoza sino también la gestión de su lesión por parte de la entidad. Un mes fuera para tratar una dolencia que no reviste especial gravedad se antoja demasiado tiempo. Y la delicada situación que atraviesa el equipo y la imposibilidad de contar con un jugador importante aumenta la incomprensión de un zaragocismo encendido que no recuerda casos similares.

El caso es que Papu, del que se dice que su capacidad para soportar el dolor es más baja de lo normal, sigue sin estar. Como durante toda una temporada que ya comenzó torcida cuando una rotura de fibras le dejó prácticamente sin pretemporada. Pero el verdadero calvario comenzó el 28 de septiembre. El Zaragoza disputaba en Albacete la séptima jornada y el georgiano, en su primera aparición como titular, sufría un estiramiento en el ligamento de su tobillo izquierdo y una fuerte contusión sin rotura que, en principio, le iba a mantener tres semanas fuera de los terrenos de juego. Pero fueron tres meses. Primero no se le hicieron pruebas, pero luego sí. Nada grave. Primer misterio.

El mediapunta regresó en el debut de Víctor Fernández, marcó el gol de la victoria, participó en otros tres partidos más y una nueva lesión en la zona del pie y el tobillo de su pie izquierdo le provocó una distensión de ligamento. Desde entonces, nada. Papu se marchó a Madrid para ser sometido a sesiones en una cámara hiperbárica pero un golpe en un entrenamiento le provocó otra contusión en la misma zona y ya lleva dos meses fuera.

Papu, el jugador de campo con menos minutos de la plantilla (281), sigue en casa. El calvario continúa. Como el del Zaragoza, que cuenta en nómina con médico, varios fisioterapeutas, readaptador, preparador físico y hasta un podólogo. Pero, al parecer, no es suficiente. El club se limita a aseverar que cuando vuelva lo hará en perfecto estado de revista para justificar ante la opinión pública esa concesión extraordinaria. Pero su gestión del caso es, cuando menos, cuestionable. Al igual que la coordinación entre los distintos servicios médicos y asistenciales y la confianza de los futbolistas en alguno de ellos. El Zaragoza sale a lesionado por semana y eso hace tiempo que ha dejado de ser casualidad o mala fortuna.