José Enrique (Valencia, 23-1-1986) se retiró del fútbol en el Zaragoza hace poco más de un año y se le diagnosticó en mayo un cordoma, un raro tumor junto al ojo izquierdo. Fue operado y en un mes empezará a someterse a radioterapia. Su vida, plagada de fútbol de élite (Villarreal, Celta, Newcastle, Liverpool o Zaragoza) ha dado un giro radical.

—¿Cuándo y cómo le diagnostican el tumor?

—A mediados de mayo. Me pilló en Londres, trabajando con mi hermano, con el que trabajo ahora en la agencia de representación. Nos reunimos con el Brighton y esa noche ya empecé a sentirme un poco mal. Al día siguiente perdí más visión, veía más borroso y después veía doble completamente con los dos ojos, aunque me di cuenta de que era sobre todo el izquierdo. El cordoma, el tumor, estaba chafando el nervio del ojo izquierdo, pero lo peor de todo era que nadie me prometió que iba a recuperar la visión. Fueron momentos duros. Tenía mucho miedo por todo, la operación era complicada, puedes morir ahí, perder la visión...

—¿Es verdad que le dijo al doctor que si se iba a morir en pocos días?

—Bueno, eso se exageró un poco en Inglaterra. El morir solo por el cordoma es complicado, lo que es difícil es la operación. Además, el tumor estaba muy pegado a la arteria que lleva la sangre al cerebro. Quitar todo tenía el riesgo de que un milímetro de fallo del médico me cortaba esa arteria y me quedaba ahí. Y la operación fue más larga de lo previsto, dos horas más, un total de ocho. Me operaron en La Fe en Valencia, con el doctor Simal. A él y a su equipo les estoy muy agradecido.

—Las palabras tumor y cáncer siempre suenan duras.

—Sí, pero pasó un tiempo hasta que me operaron. Se intentó hacer la operación lo más rápido posible, pero tampoco era un tumor que se iba a hacer mucho más grande. Es más, lo podía tener en la zona desde hace mucho tiempo, probablemente he podido jugar al fútbol con él. En las revisiones deportivas no te miran el cerebro, sí las articulaciones y tal, y esto no me impedía jugar. El problema era que se expandiera, que se hiciera más grande y tocara más cosas.

—Su última etapa en el Zaragoza estuvo muy marcada por sus molestias en la rodilla, un mal trago, pero esto era otra cosa...

—Todas las personas pasan momentos más o menos duros en su vida. Hay cánceres, tumores, enfermedades graves... Yo siempre he sido una persona sensata, normal, con los pies en la tierra, pero esto te hace valorar aún mucho más lo que es la vida, lo que has logrado. Yo terminé mi carrera estando en el Zaragoza no de la manera más deseada, pero estas cosas hacen que todo se ponga en una perspectiva muy distinta. En la vida hay cosas más importantes que en el fútbol, como la salud, la familia y los amigos.

—¿Cómo lleva la batalla en el aspecto mental?

—El futbolista de élite ya está sometido en su carrera a una presión mental muy grande. A eso estaba acostumbrado. A mí lo que me sorprendió de mi reacción es que fui muy positivo siempre. Por cosas mucho menores lo había pasado peor. Tuve el apoyo enorme de mi pareja y hubo momentos duros, muy duros, como el tema de la visión, las ralladuras por cualquier síntoma, los temores… Pero creo que la batalla la he llevado y la llevo bien.

—Cuando en junio se supo su enfermedad el apoyo del mundo del fútbol fue enorme...

—En mis entrevistas, que he dado muy pocas, he querido agradecer todo eso a los aficionados y a los clubs, a los ingleses y a los de España, pero además dando a conocer mi experiencia quería mostrar mi gratitud al trabajo tanto de los médicos en Inglaterra como a los de La Fe. Yo he ido a un hospital público a operarme y he sido hasta hace nada un jugador de élite. La medicina pública es muy buena en España. El doctor Simal y su equipo hicieron un trabajo excepcional y como él hay muchos médicos que no salen en la prensa, que no tienen los focos como los futbolistas.

—Esa labor es impagable...

—Claro. Un médico como el doctor Simal vive para salvar vidas. Le regalé una camiseta del Liverpool tras la operación y vieron los vídeos de lo que me dijeron compañeros futbolistas y él me daba las gracias. Yo le decía que es lo que menos se merecen tanto él como todo su equipo. Es que salvaron mi vida. Si no fuera por lo buenos que son yo igual no estaría ahora aquí.

—¿Y el Zaragoza?

—Han estado pendientes Lalo o Cuartero, también desde el club. Me han escrito, han preguntado, me han transmitido que allí tengo mi casa. La etapa en el Zaragoza fue difícil para mí, era la última de mi carrera, yo ya estaba en el declive, era duro aceptarlo mentalmente. Estoy muy agradecido a ese club, mi novia y yo fuimos muy felices en Zaragoza y es un equipo que es de Primera, con una historia y una gente detrás magníficas. Ojalá logren ya el ascenso esta misma temporada.

—Caso aparte es Zapater.

—Con él y con Cani tengo una relación muy especial. A Cani lo conozco desde el Villarreal, no ha podido venir a Valencia porque está muy liado con el tema del Huesca y el Teruel. Es un zaragocista a muerte como Zapa, que vino aquí, me dieron una sorpresa porque lo organizaron con mi pareja. Es un tío que se merece lo mejor, una persona de diez.

—¿Qué le espera ahora?

—No he empezado aún con la radioterapia, lo haré a finales de septiembre más o menos. Son 35 sesiones. Me siento muy bien, los dolores de cabeza se me han ido, estoy empezando a hacer ejercicio, no puedo hacer pesas o meterme bajo el agua, pero por lo demás hago vida normal, puedo hacer casi todo. Empezar a hacer ejercicio me ha ayudado mucho. Si la radioterapia va bien, en total son seis meses para que acabe todo el proceso y quede todo olvidado. Y, claro está, hay que esperar que no vuelva a salir, porque eso sí que nadie te lo asegura.

—¿De esta experiencia saldrá un nuevo José Enrique?

—Será un José Enrique al que el cordoma le ha cambiado la película. Veo la vida de otra manera y para bien. No digo que una situación así no te pueda llevar a una depresión, pero a mí me ha servido para bien, para aprender, para ser más fuerte. Mi consejo en estos casos es la positividad. Recuerdo que hablé con Jonás Gutiérrez, que pasó por un cáncer de testículos, y me animó mucho, ya que ahora está hasta mejor físicamente que antes del tumor. La mentalidad que tengas es lo fundamental.