—¿Cómo están siendo sus primeros días como zaragocista?

—Estoy muy bien, feliz y adaptándome con mis compañeros y con el nuevo míster. Todos me lo han hecho fácil para hacerme sentir ya casi un veterano aquí, la verdad es que no me puedo quejar de nada, al contrario.

—Viene de jugar con el Teruel en Segunda División B. ¿Está notando la diferencia del nivel en los entrenamientos?

—Sí, porque la hay, en Segunda se juega mucho más rápido, con más precisión y toda la gente hace las cosas muy bien, pero ya voy cogiendo el hilo y me estoy adaptando. Tengo plena confianza en mis posibilidades, sé que estoy aquí para aprovechar esta gran oportunidad.

—Parece que tiene claro que este es su momento.

—Quiero crecer como futbolista y eso solo se logra en equipos importantes como el Real Zaragoza, compartiendo vestuario con grandes futbolistas y entrenadores como hay aquí.

—Nació en Camerún y llega al fútbol español desde Guinea Ecuatorial. ¿Cómo fue esa andadura?

—Muy larga, sin duda. Yo no tenía pensado jugar al fútbol sino que pensaba en estudiar una carrera, pero mis padres fallecieron en un accidente de tráfico cuando tenía 15 años. Soy el mayor de cuatro hermanos y eso fue un golpe durísimo, complicadísimo de superar, pero gracias a Dios tanto mis hermanos como yo hemos logrado tirar para adelante, crecer como personas.

—¿Tiene a su familia en Guinea?

—Sí, estoy solo aquí. El resto de mi familia está en África. Mi hermana tiene 21 años y es ahora la que está con los más pequeños, ella se ocupa. Además, mi novia es azafata de vuelo, vive en Guinea, en Malabo, y viaja de vez en cuando a verles y les ayuda. De hecho, mi hermano pequeño está ahora con ella en Malabo porque ha entrado en una escuela de fútbol, en Cano Sport, y a ver si consigue venir a España a jugar, porque es buen futbolista.

—¿Qué le transmiten su familia y amigos desde Guinea?

—Me animan mucho. Mis hermanos ahora no tienen otro club en la cabeza, solo son del Zaragoza porque saben que gracias a este equipo tienen a alguien que puede ser un futbolista que la gente conozca.

—Aquel accidente de sus padres trastocaría mucho sus vidas.

—Yo iba a estudiar Literatura Francesa, hasta llegué a hacer la prueba de acceso a la universidad, pero todo cambió por el accidente, porque tuve que buscar la forma de ganarme la vida, de comer y de traer comida a mis hermanos. Hice de todo, con amigos que eran albañiles y carpinteros les ayudaba y con el dinero que me daban íbamos saliendo en casa.

—Y apareció el fútbol.

—Empecé a entrenar con el equipo de mi ciudad, con el Akonangui, y jugué solo un partido, me dijeron que no tenía que estar con ellos por mi nivel y fueron a hablar con mi tío. Después ya me fui a la capital, con Macho, el director deportivo de la escuela Cano Sport, que me vio y me dijo que podía ayudarme a jugar mejor. Solo estuve una semana, porque David Navarro, que vive en Sevilla, vino a ver a los chicos de la escuela y me dijo que me traía al San Roque de Lepe y después a Bélgica, al Lokeren, pero regresé a Guinea porque no me podían contratar al tener que pagar la ficha de extranjero. Más tarde volví a España, al Recreativo, que tampoco me podía fichar por el mismo motivo, y después al Alcalá, donde ya pude quedarme. Hasta que llegué ahí, la escuela de fútbol me seguía mandando dinero para poder comer, pero en ese club ya me hicieron papeles, me dieron una casa y unos 300 euros al mes, de los que una parte los tenía que compartir con mis hermanos. Fue muy duro, sin duda.

—No hace falta que lo diga.

—Pero también te encuentras con la ayuda de grandes personas. Cuando estuve en el Recreativo coincidí con Miguel Fernández, un compañero al que le estaré siempre agradecido. Me ayudó muchísimo, me llevaba a su casa a comer, con sus padres, a los que les debo mucho, y me acercaba en su coche a los entrenamientos. La vida te trae siempre gente maravillosa.

—Pisó levemente la Segunda en el Lorca, en dos partidos.

—En el Alcalá disputé ocho y ya me fui al San Sebastián de los Reyes, donde llegué a mitad de la pretemporada y cuando empezó la Liga jugué 12 encuentros para irme después al Lorca, con Fabri, pero apenas jugué, solo dos partidos, uno en La Romareda, donde me expulsaron (sonríe) y otro en Tenerife. Hasta que pasó por mi vida el Teruel y ahí sí tuve una gran oportunidad con un entrenador, Dani Aso, que es el mejor que he tenido hasta ahora.

—¿Qué significa el fútbol para usted?

—Con el camino que he pasado lo primero que tengo que hacer es agradecer al fútbol porque me lo dio todo. Gracias a este deporte he podido ver crecer a mis hermanos en unas buenas condiciones. Si no, no sé qué sería de ellos y de mí. El fútbol me ha salvado a mí y a mi familia, sin duda.

—Eso le hará agarrar la oportunidad del Real Zaragoza con más fuerza, ¿no?

—Claro. Eso es lo único que tengo en mi cabeza cuando me pongo las botas, sea entrenando o jugando quiero dar el máximo, verlo siempre como si estuviera haciendo la última cosa de mi vida, como si no hubiera nada más ya después, con toda mi alma, con mi corazón, con los cinco sentidos. Por eso si no me salen bien las cosas me pongo nervioso, me sale ese carácter, pero es que le debo tanto al fútbol que quiero que siempre me vayan las cosas bien.

—¿No cree que eso le hace ser un poco impulsivo en el campo, que es una de las facetas en las que debe mejorar?

—Sí, soy un poco impulsivo jugando. Pero no solo debo mejorar eso, sino muchas cosas más, primero porque apenas estuve en una escuela de fútbol, solo una semana. Estoy progresando y avanzando. Aprendo rápido y en poco tiempo todo irá bien.

—¿Qué le dice Víctor Fernández?

—Siempre está animándome y me ayuda, es una alegría para mí tener un entrenador tan bueno, porque con él estoy seguro de que voy a mejorar mucho.

—¿Confía en quedarse y en no salir cedido?

—Sí, yo tengo esa idea. A mí nadie me ha comentado la posibilidad de salir cedido, lo que sé es que soy jugador del Zaragoza, tengo un contrato de cuatro años y voy a luchar al máximo para triunfar aquí. Tengo que aprovechar esta oportunidad porque quiero ser un futbolista importante en este club. Quiero contribuir lo más posible al ascenso del Zaragoza, ojalá que sea ya este año.

—¿En qué posición se siente más cómodo?

—Por delante de la defensa o un poco más avanzado si así lo quiere el míster. He jugado en muchas posiciones, sobre todo en África. Es que en el fútbol de calle manda el más fuerte y, si te dicen que te pongas de delantero, pues de eso te pones, otro día de extremo, otro de defensa... Siempre de lo que haga falta.

—¿Ven el ascenso a Primera División como una obligación?

—Todo lo que tiene este club es de Primera, el campo, la historia, la afición y los dirigentes. El Zaragoza merece estar ahí, con los más grandes. Eso sí, no lo podemos tener como una obligación, porque solo Dios sabe cómo llegan las cosas, pero sí que tenemos que estar todos con el mismo objetivo. Y solo puede ser ese, conseguir el ascenso.

—Menciona mucho a Dios. ¿Es importante en su vida?

—Sí, soy cristiano y muy creyente. Antes de que fallecieran mis padres nos enseñaban a rezar, a pedirle a Dios, a tener esa fe y yo en cualquier situación de mi vida sé que está a mi lado, rezo mucho y le doy las gracias por todo.

—¿Cuál es su meta como futbolista a largo plazo?

—Llegar a jugar en la Primera División, a mí me gusta mucho el fútbol español, me encanta y quiero alcanzar la máxima categoría. Creo, además, que será en el Real Zaragoza.

—Lo que sí ha alcanzado es ser internacional con Guinea, hasta en 14 ocasiones.

—El sueño de cualquier futbolista es jugar con su país y mi debut con Guinea fue un momento que nunca olvidaré. Eso me motivó mucho, me dio mucha fuerza para seguir.