El fútbol moderno está tan encorsetado y la capacidad de estudio para anular las armas del rival tan mejorada que muchas veces el espectáculo pierde espontaneidad y viveza. Todo está calculado milimétricamente, de modo que el margen para la sorpresa se achica, como también se reducen los espacios para sorprender con la creciente profesionalización del trabajo táctico, cada día más mecanizado. En ese escenario actual de distancias mínimas y de compresión de piezas en el césped sobresalen dos tipos de futbolistas. Por supuesto, los talentosos, capaces de desenmarañar por sí mismos cualquier trampa. Pero también los más veloces: rapidez más precisión en la ejecución más buena técnica individual es la combinación perfecta.

El Real Zaragoza está en Segunda y en consecuencia no tiene estrellas ni jugadores que concentren esas virtudes en su grado máximo. Tiene a Borja, un delantero con buena definición y gol; a Willian José, potencia, físico y disparo; a Ruiz de Galaterra, clarividencia y calidad por pulir y explotar; a Vallejo, un proyecto de central estupendo o, por ejemplo, a Dorca, un futbolista de nivel notable en bastantes cosas a la vez.

Y, en segundo plano, cuenta también con un agitador. Un alborotador de defensas capaz de alterar la velocidad del juego con acciones impulsivas, aunque a veces demasiado aturulladas. Un hombre de condición técnica decente pero muy rápido y vertical. El sábado entró y cambió el partido por su actuación y porque el equipo se equilibró. Eldin puede ser el microondas de este Zaragoza.