El trámite ante la Ponferradina se convierte en una oportunidad para que el Real Zaragoza acabe de una vez con dos maldiciones que le están haciendo la vida imposible. La primera y más relevante alcanza a su extrema fragilidad en casa, donde cuenta sus partidos por derrotas desde que el fútbol volvió a escena tras el parón por la pandemia. Ningún otro equipo luce semejante lunar en su hoja de servicios. Solo el Zaragoza no ha sido capaz de sumar un solo punto de los 15 que se han puesto en disputa en La Romareda. Uno a uno, Alcorcón (1-3), Almería (0-2), Huesca (0-1), Rayo (2-4) y Oviedo (2-4) se han ido llevando el botín completo de un feudo que, si antaño fue una fortaleza, ahora es un campo abierto al enemigo.

Esa nefasta trayectoria de cinco caídas seguidas supone la peor marca en la historia del club. Solo en una ocasión anterior se había dado esta circunstancia, pero nunca en la misma campaña. El precedente se remonta a las temporadas 1951-52 y 52-53, cuando Valencia, Valladolid, Deportivo, Málaga y Barcelona ganaron en tierras aragonesas entre final de la primera temporada y el inicio de la siguiente. Así, es la primera vez que el Zaragoza acumula tantas derrotas seguidas en su feudo en Segunda División.

Claro que para acabar con esa maldición se impone que el equipo aragonés consiga dejar su portería a cero de una vez por todas, algo que todavía no ha conseguido desde que volvió el fútbol. De hecho, ha recibido 22 tantos en los diez choques jugados tras el parón. De nuevo, la peor marca de toda la categoría. Con una media superior a los dos tantos recibidos por encuentro, el Zaragoza también es el único equipo de Segunda que ha sido incapaz de dejar su portería a cero tras el parón. Hasta el pasado viernes, los de Víctor compartían ese dudoso galardón con el Extremadura, pero el conjunto de Almendralejo derrotó (2-0) al Sporting en su último partido en casa de la temporada, por lo que el Zaragoza se queda ahora como la única escuadra a la que siempre le han marcado.

La sangría se ha sufrido sobre todo en casa, donde el cuadro de Víctor ha encajado 14 de los 22 goles endosados por los adversarios tras el confinamiento, lo que supone una media de casi tres dianas recibidas por encuentro. Una ruina. De hecho, solo el Huesca se ha marchado de la capital aragonesa tras anotar un solo tanto (0-1). El Almería hizo dos (0-2), el Alcorcón logró tres (1-3) y Oviedo y Rayo Vallecano consiguieron un o más (2-4), aprovechando la extrema fragilidad en defensa del rival.

Como visitante, los números del Zaragoza mejoran hasta alcanzar cifras aceptables a excepción de la goleada (4-1) sufrida el pasado viernes en el Carlos Belmonte. En solo un partido, el equipo aragonés recibió tantos golpes como los que había sufrido en los cuatro encuentros anteriores jugados a domicilio. Porque tanto en Lugo (1-3), como en Almendralejo (1-2), Tenerife (1-1) y Girona (1-0), el Zaragoza no pudo echar el candado a su portería pero solo recibió un gol. En Albacete todo voló por los aires y en el descanso ya había encajado tres.

Así que el último compromiso de la temporada regular adquiere una dimensión especial para el Zaragoza. Más allá de la escasa relevancia de los puntos en juego, el conjunto blanquillo afronta la cita con la necesidad de acabar al fin con esas dos maldiciones que le han sumido en la desesperación. Si consigue al fin cerrar la puerta de casa, al menos detendrá esa hemorragia que le ha mandado directamente a la uci y que ha hecho de La Romareda una bicoca para las visitas. Si la sangría continúa dará un motivo más para pensar que quizá no salga de esta.