Las vueltas que da el fútbol. Qué maravilloso, caprichoso y puñetero es a veces. Cuando en el ambiente zaragocista se presagiaba casi como perdida la mayor oportunidad de oro para volver a Primera División tras tirar a la basura cinco puntos de renta a base de derrotas y errores en momentos clave, los caminos del fútbol le dan una nueva ocasión. Quizá la última. Sea como fuere, aunque en pocas quinielas entraba, el Racing de Santander (ya descendido) venció al Huesca y el Real Zaragoza se presenta este domingo ante el Real Oviedo (21.45 horas, #Vamos) ante la posibilidad de volver al ascenso directo cuando parecía una utopía después de sacar un punto de los últimos doce.

El Real Zaragoza debe agarrarse al ascenso directo. Falló ante el entonces invicto fuera Alcorcón, hizo lo propio con tres rivales directos como el Almería, el Huesca y el Girona, tampoco mejoró contra el Rayo Vallecano ni dio un golpe encima de la mesa en Tenerife. Y ahora, en pleno empeño de Víctor Fernández por recuperar las señas de identidad que llevaron al Real Zaragoza a ser segundo y oler a Primera antes del parón y, sobre todo, por recobrar la fortaleza moral de su equipo, se le presenta en bandeja de plata. Tres partidos, nueve puntos. Si se ganan, se sube. A eso se reduce. Y si se vence al Real Oviedo, presión para los adversarios, que no podrán fallar más.

Urge vencer y, ya de paso, si puede ser, hacerlo bien para terminar de reparar el maltrecho estado de ánimo del Real Zaragoza. Nada sería más balsámico que ganar y verse segundo con tan solo dos encuentros por delante y rompiendo con la racha de cuatro derrotas consecutivas en casa. Eso aliviaría todo, sería una gran liberación mental para los jugadores, un balón de oxígeno. Volver a sonreír, que buena falta hace.

Para ello será fundamental regresar a los orígenes. El equipo aragonés, desde el parón, no se ha parecido en casi nada al de antes del confinamiento. Ha perdido la importantísima solvencia defensiva que venía atestiguando y, aparte de salir a un gol por partido en contra como mínimo, colecciona una ristra de errores individuales de bulto que condicionan sobremanera. Eso sí, en cuanto a juego, hasta que las pilas se agotaron, en Tenerife hubo brotes verdes y una mejoría evidente. Dio señales de fatiga, pero recuperó el pulso.

Un solo cambio

En el plano deportivo, a pesar de la merma física no se espera ningún cambio en el once inicial del Real Zaragoza más allá del obligado de Alberto Soro, que está sancionado tras ver la quinta amarilla en Tenerife. Varias variantes (pero no excesivas) tiene Víctor Fernández para suplirle, pero gana enteros el retorno a la alineación inicial de Kagawa, aunque la opción de Burgui también está presente.

Por lo demás, lo que funciona es mejor no tocarlo y el conjunto blanquillo mostró su mejor cara en la primera mitad del Heliodoro bajo una fórmula que rescató y que le dio vida: Eguaras de pivote para quedarse más liberado y ayudar en la salida de balón y Guti y el renacido Zapater de correcalles de un lado para otro. Más músculo, más criterio y más espacios para lanzar a los atacantes, que también mostraron señales de recuperación en el último partido. Bienvenidos sean.

Eso sí, delante estará un Real Oviedo que huele sangre. Necesita una victoria para huir casi definitivamente del peligro del descenso, ha mejorado notablemente desde la llegada de Ziganda al banquillo y es consciente de que el Real Zaragoza es un flan en La Romareda, donde todavía no ha puntuado desde el regreso de la competición. Fuera de casa no tienen buenos registros, pero con Ziganda realiza un juego más pragmático y ha aparcado, salvo en alguna ocasión, los groseros errores defensivos que tantos goles les han costado. Duelo para ilusionarse y para volver al ascenso directo. Prohibido fallar otra vez.