Que si Agapito Iglesias se decide de una vez por todas a vender su paquete accionarial y a desaparecer de la faz del Real Zaragoza para siempre. Que si mientras tanto, ese tiempo eterno que nunca termina, se dedica a hacer paseíllos por los juzgados como imputado. Que si García Pitarch, el director general y primer ejecutivo del club, está totalmente desautorizado por el propietario. Que si entre una facción y otra de la SAD, trabajadores todos de la misma empresa, se mantiene un enfrentamiento manifiesto. Que si la situación económica es más crítica conforme transcurren los días. Que si la plantilla continúa sin cobrar la parte de la ficha correspondiente al mes de diciembre y las obligaciones de pago se amontonan por cientos como una amenaza gigante si no cae dinero del cielo. Que si Víctor Muñoz vive en una situación de completa interinidad y dice, sin tapujos aunque con matizaciones posteriores, que en junio se va. Que si la mayor parte del equipo, ya sea por situación contractual o por incapacidad laboral, sabe que su futuro profesional está bien lejos de aquí. Que si unos creen que el objetivo es salvarse y otros pelear por la promoción.

Y entre medias de semejante barullo, el Zaragoza sigue jugando partidos de Liga en Segunda. El de esta mañana ante Las Palmas, la última frontera para saber si las matemáticas mantienen vivo un sueño que parece lejano o definitivamente lo desmontan. Pronto lo sabremos. Lo que ya sabemos con certeza es que así, en este estado de excepción perenne, es imposible jugar al fútbol.