Prudencia pedía Víctor Fernández después de golear al Alcorcón, de pasarle por encima y de firmar una candidatura a todo. Quizá sea prematuro ser tan categórico a estas alturas de la campaña, pero este Zaragoza marcha. Está defendiendo con solidez, sin grietas, lagunas ni actuaciones milagrosas de Cristian Álvarez, los nuevos fichajes se han acoplado, se sienten partícipes y con confianza y, lo más importante, está sumando puntos y jugando bien. Hay tramos más flojos, pero no se acercan a los del fútbol de toque, vertical y alegre que quiere Víctor.

Así se explica el gran inicio del Real Zaragoza. Cierto es que solo es eso, un buen comienzo, como lo hubo el curso pasado, pero hay síntomas de madurez. Salvando la primera jornada de la última campaña, tras ganar en casa al Rayo Majadahonda, el equipo aragonés no dormía entre semana en ascenso directo desde el curso 16-17, con Luis Milla, después de un arranque de 10 puntos en cinco jornadas. Es decir, los mismos de ahora, pero con un partido de Liga más disputado.

El final de aquel curso dista mucho de uno deseable. También el año pasado, a estas alturas, el Zaragoza le endosó un brillante 0-4 al Real Oviedo y acabó sufriendo como nunca en este periplo en Segunda. Pero ahora, aunque el futuro es impredecible, pinta de un color diferente.

El Zaragoza partía esta pretemporada con una ventaja que tuvo en anteriores ocasiones pero que no supo aprovechar: que continuaba el técnico. Pasó con Popovic o Víctor Muñoz antes y ahora con Víctor Fernández. El zaragozano tiene un equipo a su medida, cortado y confeccionado en función de sus necesidades tras un análisis preciso y concienzudo de lo que necesitaba para desarrollar su juego. Y los que siguen, ya saben qué quiere el entrenador aragonés.

Faltaba experiencia, altura, fortaleza física y madurez en defensa. Vigaray está demostrando ser un portento y un futbolista diferencial en ambas áreas. Atienza es un seguro de tranquilidad, un futbolista sobrio y un líder para la defensa. Nieto se ha confirmado como un lateral de garantías y Grippo y Clemente están respondiendo bien. Y falta Guitián.

El resultado de todo ello es que, en cuatro jornadas, el Real Zaragoza solo ha recibido un gol, los mismos que el Almería, los equipos que menos han encajado hasta ahora. El Zaragoza no recibía tan pocos goles en cuatro jornadas en Segunda desde la temporada 35-36.

Rapidez arriba

El resto de piezas también han engranado bien, sobre todo las de un once inicial, que más allá de pequeñas variaciones, parece reconocible. Ha vuelto el famoso rombo, que el curso pasado con Víctor estaba aparcado. Eguaras y Javi Ros están a buen nivel, lo mismo que Guti y James, aunque no jugase el nigeriano en Alcorcón.

El trabajo del centro del campo y sus características permite lanzar a las dos flechas ofensivas. Dwamena se está acoplando y mojó en Santo Domingo por primera vez. Luis Suárez cada día sale ovacionado y ya suma tres dianas. Forman una pareja equilibrada, rápida y muy potente, hecha para jugar a la contra y para presionar arriba. En el enganche, Kagawa está conociendo a sus compañeros, destila calidad y ya va dejando muestras de jugador diferencial.

Además, el equipo, más allá del empate final en Ponferrada, ha aprendido a madurar los partidos, a ser más pícaro y a controlar mejor, con más pelota e inteligencia para lanzar contragolpes. Era una de las grandes demandas de Víctor Fernández. Justo es señalar que el Zaragoza no se ha enfrentado todavía a ningún recién descendido ni a ningún, a priori, gallito de la competición, pero es un inicio esperanzador, porque se observan matices diferentes, una plantilla acorde a las necesidades y demandas del técnico y con futbolistas contrastados combinados con otros con hambre y ganas de triunfar.