El entrenador pidió a la hinchada el pasado viernes que acudiese eufórica a La Romareda si le venía en gana. Sin temor al desmedido entusiasmo externo, Natxo González recordó a los zaragocistas que, no obstante, ayudaran primero a sumar los tres puntos, por la milonga esa de que todos los rivales en Segunda son difíciles y tal... No hizo falta. El equipo aragonés liquidó en 20 minutos al Lorca, un conjunto que por momentos produjo lástima. No es extraño, juega con plomo en las botas. Por un lado, debe pelear contra el estado de abatimiento que arrastra desde hace semanas, condenado como está al descenso seguro. Por otro, tuvo que sufrir el suicidio propuesto por su entrenador, que ordenó una defensa adelantada con tres centrales y un mundo a la espalda. Por delante, las escasas líneas de presión permitieron relumbrar rivales. Gracias por aquí. Un gusto.

El primer resultado fue que en un cuarto de partido el Zaragoza ganaba 2-0. Bien pudo haber marcado cinco en ese rato, pero a este equipo aún no le ha salido el colmillo. Le pasó en Soria, en Tarragona, contra el Lugo... Da un par de dentelladas, pero se sacia pronto, no acaba por destripar a la pieza. Y eso que ayer tuvo la mañana para darse un festín. Llegado el momento mostró algunos defectos desconocidos, probablemente llevado por la realidad de un encuentro facilón. Si quiere ascender, no obstante, debe matar.

El entrenador pidió a sus jugadores el pasado viernes que no se dejaran llevar por la euforia. «No hemos hecho nada», llegó a advertir, consciente quizá de las trampas que encierran estos encuentros confortables. La conjetura del técnico resultó acertada. Fue el equipo y no su gente, mucho más cuerda, el que se entregó a los agradables placeres de la superioridad. Olvidó tres cosas: acierto, humildad y perseverancia. Si quiere ascender, no hay lugar para la displicencia o la inacción.

Repitió primero ineficacia en el remate; después extendió la conocida red de egos (la de los chupones) que domina y engulle futbolistas; por último cayó en la indolencia. Tras el intermedio se puso el partido bobo. Tanto que Natxo González se revolvió en la banda y más de uno se encrespó en las gradas. Se oyeron silbidos. Sí, sí, silbidos para este imparable Zaragoza del 18. Fue el toque de atención particular de su hinchada, recordando que está allí para apoyar pero no para soportar gandulerías. En diez minutos le había puesto el fútbol en su sitio con un gol en contra. Exhortación doble a la que dio respuesta en tres minutos con enérgica autoridad. Si quiere ascender, eso será inaceptable.

Fue una lección de respeto y responsabilidad. La gente se entusiasma cuando el producto está envuelto de compromiso. Si no le gusta, va y lo dice. Tal que así. Igual le cantan que este año vuelve a Primera (también ayer) como le recuerdan sus obligaciones. Bien está. Ha sido el cambio de mentalidad, su honradez y su vergüenza, la que le ha llevado hasta las puertas de este sueño que fue imposible. Queda vista aquí la cara mala del partido de ayer, en el que no hubo pecados de euforia. Si quiere ascender este equipo, debe ser el Zaragoza que adora y acepta su gente, con sus virtudes y sus defectos... Sus otros defectos.