—Su carrera empieza en la cantera del Partizan de Belgrado.

—Y con solo 9 años. En mi familia solo había jugado al fútbol y no de forma profesional el hermano de mi madre, pero el mejor amigo de mi padre trabajaba en el Partizan y me dijo de probar un día tras verme en el barrio. Estuve una semana y entré en esa cantera, me quedé doce años nada menos, y debuté en el primer equipo con 19, en abril del 2007.

—¿Siempre lateral izquierdo?

—No. En principio jugaba de extremo, pero con 16 años vino un entrenador, el padre de Veljko Paunovic, que es muy amigo mío. Me dijo que tenía talento, pero que en el fútbol se estaban buscando laterales y que me iba a retrasar. Me dio confianza, y fui aprendiendo. Un año después firmó Miroslav Djukic por el primer equipo del Partizan, le faltaba un lateral y me metió en un amistoso. Ahí cambió todo. Djukic fue clave para mí. Quería dar oportunidades a los jóvenes en los últimos partidos de aquella temporada 2006-2007.

—¿Cómo le llega el interés del Zaragoza en el verano del 2009?

—Había tenido buenos momenos en el Partizan, llegué a la selección en el 2008 con Radomir Antic y había ofertas en el club. El Partizan no quería dejarme marchar al principio de ese verano porque necesitaba que jugara la previa de la Europa League. Se quedaron al final el Zaragoza y algún equipo más, pero cuando vi el club que era, en la mejor Liga del mundo, ya estaban aquí Messi y Cristiano, llegó Mourinho... Era un gran sueño jugar ahí, no hubo dudas.

—Antic le hablaría bien del Real Zaragoza, claro.

—Sí, estaba muy feliz del interés del Zaragoza y me decía que la Liga española era perfecta para mi estilo de juego. Me aconsejó mucho y cuando llegué a España fui muchas veces a su casa en Madrid. Antic también ha sido fundamental en mi carrera.

—El Zaragoza pagó un buen traspaso por usted.

—Creo que unos 3,5 millones de euros, aunque si después ya pagaron todo eso en el Zaragoza no lo sé, la verdad (el club serbio está entre los acreedores del concurso). Lo que sí sé es que en julio fue todo muy rápido. Tuve que fichar y después volver a jugar un partido más con el Partizan, algo que fue un poco locura. Ganamos, nos metimos en la Europa League y yo ya me vine muy contento tras una etapa en la que había logrado cuatro títulos, con dos dobletes de Liga y Copa, y además se quedaba en Europa.

—Llega con Marcelino en el banquillo y nada más aterrizar comienzan sus molestias en la rodilla izquierda.

—Fue un problema que no había tenido antes. Me operé en el menisco en mi primera temporada con el Partizan, pero luego jugué 80 partidos antes de fichar, con mi equipo y con la selección y no tenía molestias. Pero al llegar era todo diferente, con campos más duros y un ritmo de juego superior. Mi rodilla reaccionó mal. Tuve una molestia de cartílago, me hice una artroscopia, no era mucho, pero al final en el primer año solo jugué 9 partidos y después me fui al Mundial de Sudáfrica, donde solo uno más.

—¿Le costó adaptarse?

—Mucho, ahora lo veo con la perspectiva de la experiencia, pero fue duro. Pasé de un equipo que dominaba como el Partizan y en el que todo iba bien, a otro nivel, donde luchábamos abajo, en una Liga de mayor exigencia y encima tuve las molestias.

—¿Solo por temas deportivos?

—Hubo también algo de nostalgia de mi país, claro, aunque ahí tuve la suerte de contar al principio con Marko Babic, uno de mis mejores amigos aún. Le debo mucho, era como un gran hermano para mí. Le puse todas las ganas, por ejemplo con el idioma, ya que di mi primera rueda de prensa en español a los ocho meses. A la ciudad y a la cultura me adapté bien, también la gente de Zaragoza fue magnífica conmigo. He dejado muchos amigos allí, aún más fuera del fútbol, y conservo algunos como Javi Borque, que estuvo en mi primer año pero no jugó, Laguardia o Fernando, que era mi traductor.

—Quizá también el problema fue que el club era un desastre entonces con Agapito Iglesias.

—Fue turbulento ese periodo ahí, el club no estaba bien organizado, tenía problemas y yo necesitaba alguien que me aconsejara, que me mostrara un camino, pero ellos estaban con lo suyo. Yo también fallé, pude dar más, pero fue un poco de todo. Intentaba centrarme en el fútbol, pero había muchos problemas fuera del campo y mucha presión, la de estar abajo en la tabla. Fue demasiada exigencia y, en esos momentos, siendo tan joven, no la podía aguantar. Luchar por la permanencia 4 años seguidos no fue fácil, desde luego no para mí.

—En el curso 11-12 y con Javier Aguirre se queda sin dorsal.

—Fue uno de los momentos más tristes de mi carrera. Estaba en pretemporada impresionante, en mi mejor momento allí, todo el mundo lo veía, dominaba la posición, el campo, todo. El míster vino un día y me dijo ‘Ivan no cuento contigo, quiero ser honesto, eres extracomunitario y confío en estos tres (Barrera, Juárez y Da Silva)’. Me quedé muy confundido por la situación y no quise irme, quería jugar en España. Rechacé ofertas para salir fuera, porque sabía que iba a llegar mi momento y así sucedió.

—Lo hizo en enero con Manolo Jiménez.

—Llegó, me vio entrenando una semana y sabía que estaba buscando una salida. ‘Confío en ti y sé que puedes triunfar’, me dijo. Jugué muchos partidos entonces y fue mi mejor época en el Zaragoza.

—Por si no tuvo problemas aquí, en el último año se rompe la rodilla izquierda.

—Ante el Valladolid, en el primer partido y en el minuto 70, en una pelota mía, el rival no podía llegar y me golpeó. Me hice un esguince de grado 2-3, tenía que parar un mes y medio, pero al volver había dolor entrenando y en una jugada al intentar cambiar el ritmo sentí algo terrible en la rodilla izquierda. Me lo hice solo, rotura del cruzado nada menos. Mi mundo se cayó.

—Pensaría que estaba gafado, que no había manera.

—Sí, claro. Era el mazazo que faltaba. Tuve mucha mala suerte, pero no fue solo ese el motivo para no triunfar ahí. Insisto en que pude hacerlo mucho mejor. Mi paso por el Zaragoza me dejó triste por eso. Y el principal culpable fui yo, más que nadie, eso está clarísimo. Era mi cuerpo, mi cabeza y tenía talento, pero no lo di al 100%, aunque las decisiones del club no me dejaron hacerlo tampoco.

—El Zaragoza descendió esa campaña, con usted de baja.

—Eso aumentó más mi tristeza. Llegué con una idea ambiciosa, de un lateral que podía jugar muchos años, luego traspasarme y obtener una buena venta el club. Y todo salió mal. Bajó el equipo y no jugué ni 50 partidos en 4 años.

—¿Quiso quedarse tras el descenso en el 2013?

—Sí, quería, tenía un año más y se lo comuniqué al club, pero no podían pagar mi ficha. Pensaba que la Segunda me iba a venir bien tras volver de mi lesión y quería ayudar a subir al equipo, pero el Zaragoza tenía ya muchos problemas, cada año más, y me tuve que marchar.

—Uno de esos problemas, el del presunto amaño del Levante-Zaragoza, aún colea. Aunque el juez ha dictado sentencia absolutoria. ¿Como la valora?

—No quiero hablar mucho de eso, estoy cansado del tema y deseo pasar página. Me alegro por la absolución y ya está.

—¿Qué recuerdo tiene de Agapito Iglesias?

—No puedo hablar mal de él. Cuando llegué estaba siempre dispuesto a ayudarme, podía ir a su oficina y contarle cualquier problema. Y fue honesto conmigo cuando me quedé sin ficha, me dio permiso para irme a Serbia porque iba a ser duro para mí estar seis meses sin jugar. Cuando le vi en Valencia (en el juicio en septiembre), estaba contento por volverle a saludar, él me trajo a España y no puedo decir nada malo.

—Aquí tuvo a Marcelino, a Gay, a Aguirre y a Jiménez de entrenadores. ¿Se queda con alguno?

—No. Todos vivieron problemas y no era fácil apostar por los jóvenes. Cada menos de un año se cambiaba el entrenador, así que no era nada fácil para ellos. Fue duro para todos. También para mí, pero supuso una enseñanza tremenda en mi carrera, para conocer todo lo que puede pasar en el fútbol.

—Todo un máster.

—Una escuela de la vida para mí. Fue el aprendizaje de la montaña rusa del fútbol, de pasar de tocar estrellas a estar abajo, sin que nadie se acuerde de ti. Llegué siendo un talento, media Europa hablaba bien de mí, y me fui sin equipo al que ir y tras estar lesionado el año anterior.

—De hecho, tardó seis meses en encontrar destino, en el Mechelen de la Primera belga.

—Bueno, fue algo buscado. Había nacido mi primer hijo en mayo y decidí al quedarme sin equipo, volver a casa, quería estar con mi familia, recargar las baterías y meditar bien los siguientes pasos. Entrené con un equipo de Belgrado, el FC Rad, y tenía un preparador personal. Me salió la oportunidad del Mechelen, estuve seis meses y después me dieron un contrato por dos años. Empezamos a jugar bien, acabamos séptimos en un club que jugaba para no descender y peleamos por llegar a la Europa League. Tuve un buen año en la 14-15, con cuatro goles y nueve asistencias, jugando 43 partidos de 44. Así me llegó la oferta del Anderlecht por cuatro años. Desde luego, no podía pasarme una cosa mejor. En Bélgica logré remontar mi carrera, por eso aquella decisión de volver a casa tras salir del Zaragoza fue muy buena, me hizo prepararme bien en el aspecto mental y, tras lo vivido en España, estaba preparado para todo y lo demostré.

—¿Qué supone el Zaragoza en su carrera?

—Fue un privilegio formar parte de ese club, me hizo un hombre en todos los aspectos. Además jugar en la Liga española me permitió alcanzar algo que era muy deseado para mí.

—¿Y la afición?

—Tengo buen recuerdo y sé que no les di yo lo que ellos esperaban. Si me ven, estoy seguro de que me recordarían con cariño. De hecho, cuando volví a jugar tras lo que pasó con Javier Aguirre tuve una ovación impresionante en La Romareda. Eso no lo olvidaré nunca, es algo que no se puede pagar.

—¿Sigue al equipo en Segunda?

—Sí, también mi padre lo hace y hablamos de cómo va. Vive momentos difíciles, no está en su sitio, que es la Primera. Cuando estaba Popovic fui a ver un partido en el 2015, conocí al míster, que fue muy cercano conmigo, aunque al final no se logró subir. A ver si este año lo logran. Me alegraría mucho, la verdad.

—Tiene 31 años, está participando muy poco en el Legia polaco. ¿Hasta cuándo se ve jugando?

—Mi cuerpo empieza a reaccionar, porque este coche lleva muchos kilómetros. Las lesiones, no tener continuidad, una carrera turbulenta... Me gustaría jugar algo más, pero si veo que tengo más lesiones es difícil. Estoy jugando muy poco en el Legia, entreno con el primer equipo y he disputado con el B varios partidos. A ver si en el cambio de año (la competición vuelve el 8 de febrero) hay nueva vida. Tengo que estar sano y ponerme bien del todo, porque sé que tengo talento.

—¿Hace balance de su carrera?

—Pude haber llegado mucho más lejos, pero estoy contento. El fútbol me dio todo, ese es el mejor balance que hago.