Los dos errores en la definición de Álvaro Vázquez en El Sadar fueron tan llamativos, uno de diestra nada más comenzar el encuentro y otro de zurda tras un regalo con dedicatoria de Oier, que por sí solos convierten los árboles en todo un bosque. Más todavía si a ellos se les suman otros fallos igual de vistosos en jornadas anteriores. No es descubrir la pólvora. El Real Zaragoza está teniendo un problema de falta de eficacia con sus delanteros: les cuesta demasiado hacer gol, necesitan un número elevadísimo de minutos y ocasiones para marcar, muy lejos de lo que se estaba acostumbrado por estos lares con otros nueves que, hoy, triunfan en Primera División.

La poca capacidad resolutiva mostrada hasta el momento por cualesquiera de los puntas es una de las razones principales que explican la decepcionante posición del equipo. Hay otras dos. Una, de sobresaliente relevancia: el desacierto en la elección de los entrenadores hasta la contratación de Víctor. Y una tercera de tanto peso como las dos anteriores pero que ha quedado en un plano secundario a pesar de condicionar la temporada.

Incluso con un portero que hace milagros, el Zaragoza acumula 33 goles en contra, una cantidad incompatible con el éxito salvo que la capacidad realizadora propia sea extraordinaria y equilibre semejante desfase. Tanto ha sido así que el club ha tenido que fichar dos centrales titulares sobre la marcha. Los centrales, los delanteros y los entrenadores. Demasiados problemas a la vez.