James es el hombre del momento. Ha tenido pretendientes rondándole todo el verano. Y ahí seguimos. La posición dentro del Real Zaragoza con respecto a este caso es unánime: el nigeriano es una pieza clave para el proyecto, nadie quiere que se vaya. Junto con Pep Biel, que en pocos meses pasó de tener un valor cero a 4 millones de euros fijos y uno en variables, Igbekeme es el exponente más exitoso de una política de fichajes de riesgo a la que la Sociedad Anónima se vio obligada a recurrir por las estrecheces económicas y la necesidad de hacer patrimonio. La plantilla se había quedado como un solar.

Con esa línea de trabajo han llegado jugadores que han cruzado la puerta grande, como los dos casos citados, otros muy útiles (Grippo o Papu, por ejemplo) y algunos más que se fueron por donde vinieron con mucha pena y poca gloria. Jeison Medina fue el chasco más notorio. Sin embargo, el proceso para fichar a James o al colombiano, o a cualquiera del resto dentro de esa manera de hacer las cosas, fue similar. Mucho trabajo de visionado y seguimiento en directo o en vídeo, Ligas menores, equipos pequeños, melones por abrir. En todos esas operaciones había un elevado componente de riesgo, que en algunos casos se transformó en rotundos aciertos y en otros en manifiestos errores.

Este año ya había una base de futbolistas sobre la que embellecer y robustecer el edificio, pero la presencia de Víctor Fernández ha cambiado esa política de manera drástica: el entrenador no ha querido saber nada de atrevimientos y ha exigido futbolistas conocidos, con experiencia en España o de trayectoria muy reconocida. A Bikoro se lo encontró, pero luego los hechos son prueba de fe: Atienza, Vigaray, Dwamena, Luis Suárez, Álex Blanco y Kagawa. Riesgo, el mínimo.