9 de noviembre. Aunque parezca que fue en un tiempo muy remoto, fue anteayer. El Real Zaragoza destituye a Baraja. 11 de noviembre. Lalo Arantegui comparece para explicar las razones del despido del entrenador, ratifica a Iván Martínez y da su versión, y por tanto la del club, del que en ese momento está ejerciendo como portavoz, sobre el caso Víctor Fernández, al que el consejo había vuelto a designar como primera opción para el banquillo. Horas después prende la mecha. A través de su abogado, el entrenador aragonés rebate la versión del director deportivo y asegura que en ningún momento se ha negado ni se negará a volver al Real Zaragoza. Sic. La guerra soterrada durante tantos meses salta a la escena pública de una manera fea y absolutamente irresponsable. Arantegui se equivocó con su innecesaria alusión en la rueda de prensa y Víctor, en la forma de su respuesta. Todos los protagonistas del folletín antepusieron sus egos y sus intereses personales al interés del Real Zaragoza, que lleva varias semanas deliberadamente zarandeado.

Ese es el punto de arranque de una situación desastrosa a partir de la cual el club extravió el rumbo. El equipo quedó en manos de Martínez, que lo ha intentado todo y de momento no ha podido conseguir nada, a la espera de que las cosas cambiaran de manera natural y con algún par de buenos resultados para evitar nuevos conflictos. No ha sucedido. La sucesión de derrotas consecutivas con el extécnico del filial al mando propiciaron otra reunión del consejo de administración, en la que con mayor firmeza se decidió otra vez que la solución era Víctor Fernández y se designó un negociador para entablar conversaciones con el entrenador. Fue el jueves 26 de noviembre.

Desde entonces hasta el momento, oficial no ha habido más que un comunicado de la SAD cargado de buenas intenciones e improcedente en el actual contexto por su carencia total de contenido. Estamos en un pasaje de la historia en el que el zaragocismo reclama soluciones y decisiones y no quiere más palabras huecas. El cómo, con qué atribuciones, con cuánto dinero, con qué personas y sin qué personas ha centrado estos días el debate para la vuelta de Fernández (cuando lo ha habido), al que el clima de inestabilidad y crispación que rodea al club le ha provocado rechazo. Se siguen librando las mismas batallas de siempre. Porque esto no es más que una guerra y el Real Zaragoza y su afición, las principales víctimas.

El club está siendo prisionero de sí mismo, dejándose encarcelar y haciendo un seguidismo impropio de una Sociedad Anónima de esta envergadura, con una total falta de firmeza producto de su debilidad coyuntural. Al circo solo le faltaban presuntos compradores sin propuestas contantes y sonantes. El Zaragoza debe recuperar cuanto antes el norte institucional, dejar de dar siempre los mismos bandazos, exigir respuestas definitivas directas y fijar, en el escenario resultante, una dirección económica, estructural y deportiva clara y rotunda. El equipo está en zona de descenso. El tiempo lleva ya corriendo demasiados días en contra del bien común, que parece que poco importa en este maquiavélico juego. Jueves, viernes, sábado, domingo, lunes, martes. Y el miércoles Iván Martínez se sentará también en Castellón.