El partido era de derrota segura para el Real Zaragoza, un encuentro terrible en lo futbolístico en Alcorcón, otro de tantos en esta temporada tan oscura y con tan pocas alegrías, porque el equipo, más firme en defensa en el plan de Raúl Agné, había vuelto a encajar un gol, una costumbre nefasta e indignante, esta vez en un córner mal defendido por Valentín y cabeceado por Owona. Sin embargo, un centro sin peligro de Cani lo convirtió en el empate la falta de entendimiento entre David Navarro, inesperado goleador, y Dmitrovic.

La fortuna de ese empate es en todo caso gris para este Zaragoza tan mediocre, tan triste en una temporada que va camino de la nada, o de la amenaza de descenso a Segunda B, de funestas consecuencias por cierto. El equipo zaragocista se queda a ocho puntos de la promoción, aunque con esta imagen esa palabra es una utopía, y tiene cinco de renta con el descenso. Es verdad que ahora tiene dos partidos en casa seguidos, ante Nástic y Numancia, y que quedan 16 por delante, pero la imagen de desesperanza, de dejarse llevar, que proyectan el equipo y el club es devastadora.

No tiene crédito hace días Agné y ya no está Narcís Juliá para sostenerle, ni tampoco de momento un director deportivo para decidir un despido que no llegará aún, pero que en lo numérico sí está fundado. El balance de 19 puntos en 15 encuentros con el técnico de Mequinenza habla por sí solo y la imagen en muchos de ellos termina por echar toda la leña al fuego. Venía el Zaragoza de una victoria con reacción en Huesca y de una derrota con buena imagen ante el líder, ambos choques ensalzados quizá en exceso. Lo cierto es que en Alcorcón el equipó volvió a su cruda realidad y soltó un partido en la creación, en ataque, para llorar, sobre todo hasta el descanso.

Con Saja como portero y con la versión defensiva más fuerte, con Feltscher y Cabrera en los laterales, el Zaragoza se plantó en Santo Domingo con la idea de no encajar, una quimera para un equipo que ayer cumplió doce partidos seguidos recibiendo al menos una diana.

Con ese guión de tratar de salvar su portería como premisa, el Zaragoza renunció al fútbol en Alcorcón. Lanzarote pasó de puntillas en otro partido desesperante, a Cani se le vio poco, a Xumetra, casi nada provechoso y Ángel fue más una isla que nunca, lo que ya es decir. El Alcorcón tomó el mando de la pelota porque el Zaragoza era incapaz de dar tres pases seguidos, pero al menos sí le alcanzaba para dominar su área, donde Saja atrapaba balones que a Irureta le quemaban.

MUY METIDO ATRÁS / Así, embotellado en su área y sin casi posibilidad de salir hacia la portería rival, el Zaragoza vivió relativamente cómodo atrás hasta el descanso, ya que el Alcorcón apenas le creó peligro. Entre la solvencia de Saja y los despejes hacia ningún lado de la defensa, el portero argentino no tuvo que hacer una parada de verdadero mérito. Solo un disparo de Nelson que se envenenó tras dar en Silva asustó al debutante en la primera parte, mientras el Zaragoza sí tuvo una ocasión, solo una, de verdadero peligro. Cabrera le puso un buen balón a Ángel, pero Dmitrovic salvó su cabezazo bien dirigido.

El resto del primer acto fue una oda al pelotazo a ningún lado, a la incapacidad para generar un gramo de fútbol, un partido desesperante en el aspecto ofensivo para el Zaragoza y un pleito malo a rabiar porque el Alcorcón tampoco está para casi nada y solo se le encendía algo la luz cuando aparecían Óscar Plano o Pablo Pérez, muy poco en todo caso, ya que David estaba bien controlado por los centrales zaragocistas.

Quiso el Zaragoza algo más tras el descanso y dio un paso adelante cuando Dongou entró por Lanza, un cambio de plena justicia dado el nivel de este. Una pared del camerunés y Ángel, un remate del canario, otro del casi siempre equivocado Xumetra... Al menos Dmitrovic veía el balón más cerca de su portería.

Sin embargo, a fuerza de córners, el Alcorcón sabía que iba a tener una. La rozó David en el único error de Saja y la anotó Owona, al que se le escapó Valentín para marcar en un buen saque de esquina de Óscar Plano.

Movió el banquillo Agné. Intentó dar más profundidad en el lateral con Fran ya que Luque estaba exigiendo más a Feltscher y quitó a Ángel, al máximo goleador zaragocista, para intentar empatar con la salida de Edu García. La diosa fortuna le acompañó al técnico en forma de regalo de David Navarro cuando el partido parecía perdido. El autogol del central descolocó al Alcorcón, que aún pudo encajar otro en un envío de Edu García que no supo controlar Dongou. Ver para creer. O fútbol es fútbol que decía Boskov, aunque la relidad sea tan terriblemente gris y mediocre para este Zaragoza.