El coronavirus ha dejado a todos los equipos hechos unos zorros. Al Real Zaragoza, además, le ha privado de Luis Suárez y de Javier Puado, es decir de la proa de una chalupa que hacía aguas. Este fútbol no es fútbol, sino un simulacro que desprestigia el deporte de verdad y que encumbra la desfachatez de Javier Tebas por hacer posible lo imposible en su interesado empecinamiento caiga quien caiga menos él, por supuesto. El playoff ha comenzado a disputarse y si es cierto que es una auténtica chapuza, al menos hay que cumplir con algunas leyes no escritas una vez que te pones manos a la obra. Por ejemplo, ganar cuando estás en superioridad numérica desde el minuto 26, momento que eligió Jonathas para expulsarse por triturar la rodilla de El Yamiq. No chuta el equipo de Víctor Fernández ni con esa descomunal ventaja, y se queda el desenlace para la vuelta en La Romareda cuando todo se debería haber resuelto en el Martínez Valero. No fue así porque, salvo Burgui, nadie pisó el área, y porque Pacheta manejó mejor la suerte de los cambios, aspecto cada vez más fundamental.

Víctor tardó una eternidad en reaccionar. Había confeccionado un equipo con solo Linares en punta y mucha gente por dentro, incluido Burgui en su mejor día como zaragocista. A Guti volvió a desplazarle a las sombras de lo insustancial para que Zapater acompañara a Eguaras. No hay por dónde coger ese intercambio de roles, pero el entrenador ve algo que que al resto de los mortales se les escapa. Una medular con ese tráfico perdió sentido con el adiós de Jonathas. Nada ocurrió sin embargo hasta que apareció Soro en lugar de Zapater para que Eguaras quedara solo al mando. Tampoco hubo noticias de alcance pese al recital solitario de Burgui por ofrecer cosas diferentes y muy atractivas. Poco a poco, con una parsimonia temporal que permitió a los ilicitanos defenderse sin recurrir jamás a la ingesta de tranquilizantes, fueron saliendo a escena en un peregrinaje burocrático Pereira, Álex Blanco y Ros. Y se acabó. El quinto cambió quedó para mejor vida, como si el Real Zaragoza fuera sobrado de algo.

Hubo una gran ocasión de Burgui para lucimiento de Edgar Badía y un balón que se escurrió por el larguero. Y un control insípido que el Elche y Pacheta supieron conducir al terreno del empate que le permite ir el domingo a La Romareda con mejor pinta que el Real Zaragoza. No tendrá a Jonathas, pero su gran amenaza está sentada en el banquillo: lleva una racha Víctor que cualquier colega le saca los colores. Será culpa del coronavirus, o de Tebas... Su equipo está muy mal y sin hombres fundamentales, pero él no está mejor. Este fútbol de mentira guarda alguna verdad: no vencer al Elche en un contexto tan favorable es un fracaso de libro y de su autor antes, durante y después de la peste.