Venía el colista de perder sus cinco partidos y se fue de La Romareda con un puntito. Un empate muy bien trabajado, justo premio a su mejor trato con el balón que un Real Zaragoza que frunce el ceño y el pie cuando la pelota le llega o se lo encuentra. Empezó chisposo, alegre y con Larrazabal y Bermejo subidos en la noria de una marcha más que en otras citas, pero el conjunto aragonés tiene en su plantilla muchos futbolistas de mentira, jugadores de plomo que se derriten en cuanto el adversario le mira a los ojos con una pequeña llama. Si el asunto se pone feo y sacas a Papunashvili y el Toro Fernández para resoverlo, celebra como mucho que no se atropellen entre ambos. Los minutos que ofrece Baraja al georgiano, que interpreta su entrada al campo como si le regalaran un viaje en el Dragon Khan, caricaturizan al máximo al equipo. El delantero uruguayo se da una vuelta en los autos de choque, impactando con todo lo que se mueve sin freno. Ese final, ridículo con Zanimacchia corriendo como un caballo sin jockey, confirma con mayor acento lo que se sabía: espera una temporada terrible que habrá que sobrellevar sin caer en la parte baja. Si por desgracia se incrusta en lugares problemáticos, tampoco se le ve armamento psicológico como para reponerse. El pastel que tiene Rubén Baraja lleva una guinda explosiva.

Jannick por Ros. El guineano permitió a Eguaras respirar un poco más, pero entre ambos no hacen un mediocentro de verdad. Stoichkov, que responde en el DNI al nombre de Juan Diego Molina Martínez, se instaló en esa zona de absoluta desnutrición zaragocista e hizo su agosto. El ex del Alcorcón parecía de otro planeta siendo de éste. Todas sus decisiones fueron correctas y elegantes, con variadas soluciones para sus compañeros. En verdad fue un extraterrestre, un ser de superior inteligencia. El Real Zaragoza tuvo dos tiros de Larra, uno de ellos al larguero, pero debe agradecer que cuenta con Cristian, de nuevo agigantado para evitar la catástrofe completa de un equipo mínimo, sin plan alguno. Con Vukic, otro día más sin repasar el reglamento, en fuera de juego, y con Narváez olvidado por los demás y por sí mismo... Lalo Arantegui dio el visto bueno a una plantilla empobrecida como, posiblemente, jamás se ha conocido en la historia del club. Alguna alarma sí habría que encender cuanto antes. Por lo menos para hacer visible en la autocrítica la construcción bananera del plantel.

Si el último clasificado te saca los colores, ¿qué te espera en el futuro? Baraja carece de margen de maniobra. No ha estado nunca en el lugar del crimen pese a que se le acuse de resultadista. Cualquiera acabaría con la camisa de fuerza en la búsqueda de soluciones. Tarde o temprano va a terminar crucificado, pero no es más que otra víctima de una entidad despreocupada de levantar una empresa deportiva ambiciosa. Recuerdan que al Real Zaragoza es un grande obligado a ascender pero le tratan como a un pequeño jarrón chino de imitación. El eterno cuento tiene esta vez, más que nunca, la encuadernación de una tragedia.