Cuando una alineación tiene aspecto de parecerse a un once titular cualquiera, suele querer decir que se acerca la verdad. Al Zaragoza de Idiakez le quedan aún por delante todos los miuras de la pretemporada, los cuatro rivales de Primera que le servirán para entender la dimensión que alcanzará en los días primeros de la competición, pero ayer su técnico compuso algo parecido a un equipo titular tal y como está el asunto. El asunto es que faltan por llegar unos cuantos, casi todos titularísimos, bien se sabe. Zapater, Guti, Lasure, Eguaras o Papu serán parte fundamental del equipo esta campaña. Hasta que lleguen, por su espacio se cuelan otros que vienen pidiendo guerra en lugares varios. Son los nuevos y los jóvenes, que ayer dejaron mejores sensaciones que los otros, los de siempre. El caso es que con aquellos, hoy, no basta. Los primeros deben adaptarse y el tiempo de los segundos aún no ha llegado. La consecuencia: derrota ante el Nástic (1-0).

Habría que detenerse primero en Alberto Soro. Se ha adaptado a la mediapunta, por donde se desenvuelve con un talento inusual. No está llamado su talento para esta primera campaña como absoluto, pero tiene ese aire fino que desprendían Cani o Ander Herrera, por decir. Ayer se lució un cuarto de hora, el primero, el mejor del Zaragoza. Apareció en la zona muerta entre centrales y pivotes para mezclarse con Ros, Pombo o Jeison Medina. Su llamativo desparpajo le permitió participar con constancia y acierto.

Ese espacio que ocupó el aragonés podría ser para Buff, por ejemplo, pero ayer Idiakez le dio un giro de tuerca a la composición de su equipo. Ante la conocida escasez de mediocentros, el técnico había probado en partidos atrás a Verdasca en ese lugar habitualmente reservado solo a superespecialistas, ya lo sean por su despliegue defensivo, con su correspondiente lectura del juego posicional, o por su capacidad para encontrar el primer pase con natural sencillez. Pareció un pulpo en esa zona el portugués algún que otro rato, así que Idiakez se atrevió a apostar por la segunda versión, la del ingenio técnico y el juicio distributivo. Eligió a Buff, un futbolista acostumbrado a moverse cerca del área rival. Es en esa zona de decisiones milimétricas donde mejor rindió el suizo la pasada temporada, en el vértice alto del rombo natxiano que Idiakez no ha tocado.

Con Buff metido literalmente entre los dos centrales en la salida del balón, el fútbol fluyó en la salida durante los primeros minutos del partido, aquellos en los que el Zaragoza fue mejor. Ros tomó el interior derecho, posición bien conocida para él desde la pasada campaña, y James le acompañó caído al lado izquierdo, donde puso más atención y trabajo que participación. Nada malo por aquí. Se entiende que su juego mejorará de forma proporcional a su atrevimiento. Hoy anda aún en proceso de integración, consecuentemente cohibido.

Mucho menos apocado estuvo Jeison Medina, que gustó del desmarque y la anticipación. Apareció en el remate más peligroso del equipo aragonés en la primera mitad. Pombo arrancó con un zigzag clásico y chutó a puerta desde la zona izquierda, pero el colombiano irrumpió en la zona de remate para tocar alto el disparo del zaragozano. Fue la mejor oportunidad de la primera mitad, poco antes de que Maikel Mesa resolviera con gol un paradón de Cristian tras cabezazo de Barreiro.

En la segunda parte volvió el orden primero. Salió Verdasca por Soro y Buff dio dos pasos adelante. El Zaragoza remató con disparos de Ros y Verdasca que Bernabé puso en el córner. Apareció Pep Biel por detrás de los delanteros, Delmás y Muñoz mejoraron fácilmente el centro de la zaga y la dupla Alfaro-Raí probó arriba. Vicente, Clemente, Torras y Nieto cerraron el carrusel de un partido que murió rejuvenecido. Apretaron los chavales con orgullo hasta el final. Enseñaron el futuro con el que, hoy por hoy, no basta.