Míchel lo buscaba con la mirada. Eugeni se fugaba de la arenga corregidora de su míster, se apartaba en busca del chorro de agua de refresco para no interpelar. Sergio Gómez ya se había tragado una bronca. Eran unos minutos de electricidad, un tiempo muerto muy vivo en gestos y discusiones, de tensión, con un cuarto de hora de juego pero feas sensaciones tras el descanso y peores augurios. Se notaban los nervios. Se sabía que ese empate era una condena a mirar por el retrovisor, a dejar olvidado el anhelo del ascenso directo y empezar a hacer cuentas con los puntos que había que almacenar para asegurarse el factor cancha en el playoff.

Hasta que llegó en medio de la oscura noche Javi Galán y lo cambió todo con su luz, le dio una voltereta al destino del Huesca. Un tirabuzón con triple mortal clavado. Un diez de nota. Como Simone Biles. Una pirueta al futuro y a su pasado de cenizo. Esa venganza al empate sobre la bocina de la semana anterior, ese penalti que permitía al Cádiz arrancar un punto en El Alcoraz y un trozo enorme de esperanza de vída al cuadro oscense. Esa maldición de las rectas finales, donde se habían colado en el golpe de cadera del rival una derrota en Girona y otros tres empates ante el Elche, el Oviedo y el Extremadura cuando se levantaban los brazos de la victoria. Nueve puntos al garete. Hasta que ese zurdazo de Galán espantó todos los gatos negros de la mala suerte.

Todo cambia. En ese rechace a un mano a mano entre Rafa Mir y Cristian Álvarez que tan bien gestionó el lateral izquierdo, templando la pelota, amagando, colocándose orientado para enviar un rayo de fuego y esperanza a las mallas quemadas del derbi. Un tanto cantado en el Sobrarbe, en La Franja, en Monegros, en Guara, en toda la provincia para sumar de tres y trepar hasta los 58 puntos, a tiro de un triunfo del propio Real Zaragoza, ganándole el desempate particular. De la sentencia de quedarse a seis con dieciocho en disputa, a estar a tres de la pieza de caza.

Hay una tradición en el Alto Aragón de colgar un cardo en la puerta. Se dice que así, entretenidas en contar sus púas, a las brujas se les escapa la noche y no entran en moradas ajenas. Galán echó los malos farios con ese aguijonazo al Zaragoza. Quitó la espina de esa mala salida de Luisinho arrollando a Salvi hace cinco días, que permitió al Cádiz salvar el empate. Ahora los andaluces, tras caer ante el Tenerife, se quedan a cuatro.

Pero ya había pasado en Oviedo, con esa salida fatal de Pulido que aprovechó Ibra para igualar. O ante el Extremadura, donde Alegría entristeció la igualada tras una mala pérdida. O en el Martínez Valero donde Pere Milla enganchó una volea ante otro error de toda la zaga oscense. O en Girona, cuando Álvaro Fernández salió a por uvas, se comió a Insua y permitió el gol del triunfo de Samu Saiz. Todo cuando faltaban minutos. Todos en la segunda vuelta. Pero Galán ahuyentó a las brujas, a los gatos negros, todos los peores maleficios, esos que asomaron segundos antes con ese cabezazo que tan cerca se fue de Jawad El Yamiq.

El Huesca también cierra su racha de tres partidos sin ganardespués de ese regreso en Málaga. Esta semana ya no se hablará de Míchel. Ahora mira adelante seguro con seis partidos, tres ante rivales que vienen apretando el acelerador (Las Palmas, Alcorcón y Gijón) y tres en el pozo (Deportivo, Rácing y Numancia). Y el ascenso a tiro.