La presión de un futbolista en la competición es la resultante entre los pensamientos que elabora sobre sí mismo y sobre el ambiente. Es lo que explica que jugadores que son abucheados en calderas balompédicas se crezcan y otros se hundan. En ese sentido, desde la psicología, destacamos que todas las situaciones deportivas son relativamente neutras, por mucha tensión que emanen. Lo crucial es la interpretación que haga el futbolista del ambiente. Y ese es un factor estrictamente subjetivo que podemos controlar y entrenar desde la psicología deportiva. La nueva normalidad del fútbol sin público ha transformado radicalmente los estímulos, tanto internos como externos, que se dan cita en el césped. No es casualidad que los tres equipos que más presión concitaban en las gradas fueran incapaces de ganar como locales. Zaragoza y Cádiz, en la parte alta de la tabla, y el Deportivo de La Coruña que se está jugando el descenso. La adaptación al nuevo formato de competición requiere de un trabajo mental y una preparación específica en la que se deberían tener en cuenta herramientas y experiencias con las que trabajamos en la psicología deportiva. Me permito señalar algunas que pueden mejorar el rendimiento en las especiales circunstancias que vivimos.

1 Una vez que ha cambiado el fútbol, al jugar sin público, lo mejor es adaptarse al nuevo escenario y no ocultarlo. Una vez dentro del campo, a solas, puede ser perjudicial recordar a los futbolistas viejos escenarios con animación artificial, megafonía o cualquier otro tipo de estímulos que recuerden la competición tradicional. Lo que puede ser comprensible para la televisión, no lo es en la cancha. El recuerdo de las percepciones que tenía el futbolista con público puede interferir con las nuevas, a las que debe adaptarse, dificultando su concentración.

2 El público ayuda a la motivación de cada futbolista que facilita una mejora de su activación y ritmo competitivo. Digamos que la estimulación llega de fuera hacia dentro. Ahora, en cambio, la concentración es la que debe provocar la motivación, gracias a la activación. Así, debemos trabajar mentalmente en la dirección contraria. De dentro hacia fuera.

3 Estamos en una nueva competición con los partidos que restan por jugar. Los futbolistas lo entenderán con un ejemplo. Hasta la pandemia la competición sirvió para establecer la pole position. Ahora ha comenzado la verdadera carrera y el Real Zaragoza se ha ganado partir en los primeros puestos.

4 La concentración de los futbolistas sin público exige que focalicen su atención en estímulos más cercanos. Su propia posición en el campo y la de sus compañeros son la nueva brújula en la desorientación espacial que provoca un estadio vacío. Necesitan acercar su campo visual y no elevar la mirada más allá de su compañero de pase más cercano o la ayuda que pueda necesitar. Los partidos dejan de ser tridimensionales para ser bidimensionales. Quien encuentre mejor esa perspectiva tiene más opciones de ganar.

5 El ritmo competitivo, sin público, hace que el desarrollo temporal del partido cambie. Debemos primar la concentración global sobre la motivación por marcar pronto. No hay prisa, como la habría con el campo lleno. La concentración sobre el ritmo es tan importante o más que la individual. Debemos regular ritmo de equipo por encima del ritmo personal que se tenga.

6 La adaptación al nuevo fútbol será diferente en los jugadores. Tiene sentido que los más jóvenes se encuentren más cómodos. Pero en los jugadores con experiencia destacarán más quienes no lo habían hecho en el pasado. Y viceversa. Ajustar el equilibrio sobre esos desajustes será clave para compensar la mentalidad de equipo, su concentración y los resultados.

7 La autoconfanza pasa a residir más en el grupo que en el propio jugador. El equilibrio de la concentración y la confianza, en cada línea del equipo, se impone a la valía del jugador. No hay premios masivos en forma de aplausos sobre el césped. Tampoco castigos. Hasta hoy eran los jugadores los que transmitían seguridad a sus compañeros. Ese concepto se vuelve ahora mancomunado. El entrenador debe pensar más en el conjunto que en las individualidades. En realidad el concepto es de tres equipos en uno que funcionan de forma acompasada y estable. Defensores, media y delantera. Menos velocidad y más equilibrio. Más concentración y menos impulso.

8 Activación, motivación y ansiedad se distribuyen ahora de forma distinta en el jugador profesional. Sube la ansiedad y disminuye la motivación para los partidos. Elevar el nivel de activación para transformar el estrés negativo (distress) en estrés positivo (eustress), conlleva de este modo superar la ansiedad. Al asociar activación y concentración, sin pasar por la motivación, mejoramos el rendimiento competitivo y la propia satisfacción del deportista.

En definitiva, se puede y se debe valorar la responsabilidad y el éxito de los futbolistas en esta fase final de la competición. Cobra mayor importancia la implicación personal ante la adversidad. El público no llevará en volandas a los jugadores. Pero ¿hay algo mejor para un futbolista que pilotar y disfrutar su propio vuelo, y recibir los aplausos del público cuando aterricemos juntos en Primera?

José Mendi es Psicólogo y Presidente de la Sociedad Aragonesa de Psicología Deportiva (SAPD).