La imagen resultó más que emocionante. El marcador reflejaba un 0-4 contundente, de los que duelen sean cuales sean las circunstancias, el tamaño del enemigo y lo que rodee al encuentro, pero la afición, los 30.275 espectadores, según las cifras del club, que rozaban el lleno en La Romareda le dejaron claro al equipo que la fiesta de la Copa, la visita del Real Madrid, era un paréntesis, que la comunión con sus jugadores es absoluta, que el año del ascenso es este y que en esta unidad, de esta simbiosis, es de donde hay que edificar el camino que resta para lograr el objetivo de regresar a Primera, la única meta desde hace más de seis años, el único objetivo ahora. El Real Madrid ganó con suficiencia y superioridad en La Romareda, pero la goleada, la de verdad, fue la de la afición y esa todavía fue mucho más amplia que la del conjunto madridista.

Atronó el himno a capela en el tramo final, el «volveremos a Primera, volveremos otra vez», la grada coreó el nombre de Víctor y bufandeó con toda la fuerza del mundo. Y el partido, quede muy claro, estaba con un claro 0-4 en contra de su equipo. Fue un maravilloso y conmovedor ejemplo. La grada entendió el encuentro como un premio donde el resultado era lo de menos. Si se hacía la hazaña de eliminar al bloque más en forma del momento, maravilloso. Si se sucumbía, había que dejar claro al equipo que su gente confía plenamente en ellos, que van a estar a su lado en esta recta final de 18 partidos que quedan, empezando por el líder Cádiz en el Carranza, la cita vital de esta semana.

El partido acabó con los jugadores dando la vuelta al campo y agradeciendo el apoyo de su gente, una afición que se quedó en La Romareda para despedir a sus futbolistas. No había prisas en salir esta vez. Era el día para demostrar que este binomio está más unido y es más sólido que nunca. Sin duda, la mejor noticia que deja esta Copa donde el papel del Zaragoza ha sido más que digno llegando a octavos y teniendo la fiesta ante el Real Madrid con la inyección económica que ha supuesto para el club.

El partido ya dejó imágenes para el recuerdo en la llegada del autobús, acompañada de miles de zaragocistas. Después, cuando el choque iba a comenzar, se exhibió un tifo con los colores del Zaragoza y de la bandera de Aragón en el Fondo Norte y con las bufandas al viento en el resto del estadio. Fue una imagen inolvidable, con el himno sin necesidad de escucharlo por megafonía, cantado por la grada a viva voz.

El comienzo del partido no estuvo acorde con esa pasión de la afición, porque una desatención defensiva en un córner trajo el primer gol madridista a los 5 minutos. La grada no se amilanó, mantuvo su ánimo al equipo, las protestas con algunas decisiones arbitrales, en faltas a Soro, Linares o Grippo, y la pasión en una buena parada de Areola ante el disparo de Kagawa. Se escuchó el «madridista el que no bote» y era la grada de animación la que dirigía a la orquesta de La Romareda, que tampoco se hundió con el segundo golpe madridista, en otro error del Zaragoza, esta vez en la salida de balón.

El inicio de la segunda parte arrancó con un sonoro «mil banderas ondearan» y el Zaragoza empezó demasiado lejos en el césped del nivel de su afición, porque los 15 primeros minutos fueron de dominio blanco hasta que Víctor recurrió a Luis Suárez. El colombiano fue el detonante para que la afición aún se enganchara más fuerte al partido, subida a lomos de la fe del delantero colombiano, que cambió el tono monocorde del pleito y en la primera vez que encaró a Ramos se le fue con facilidad.

Eso fue la espoleta para que La Romareda se levantara con toda la pasión que manifestaron con los remates de Luis Suárez o con cualquier acción en la que el Zaragoza mantenía el pulso al gigante blanco. Llegó el 0-3, en la mejor definición que se le recuerda a Vinicius, y el cuarto, obra de Benzema, mientras el Zaragoza intentaba maquillar el resultado y en la grada mantenía todo el apoyo. Ahí, cuando solo quedaban 10 minutos, demostró su mística y que es una afición de Primera, con cánticos y con bufandas, para dejarle claro a los suyos que está ahí y que ahora, con el Zaragoza lanzado en la Liga, cree más que nunca. Ese fue el mensaje, lo mejor de una noche de goleada... de la afición.