Habrá un antes y un después en la vida zaragocista de Natxo González tras pasar el lunes por Huesca. El entrenador está a punto de entrar en su quinto mes de trabajo sobre el campo sin haber conseguido desarrollar su idea, la que contó y se supuso, pero que ha ido variando en las últimas semanas con algunas decisiones extravagantes. Hubo un momento en el que pareció tener un equipo sobre el que cimentar su proyecto, incluso un once firme, pero se fue abandonando con el paso de las jornadas, en las que fue moviendo las piezas del vestuario sin obtener resultados. Ha cambiado el portero, los dos centrales, los dos laterales, todos los mediocentros a excepción de Zapater, y las bandas. Solo Borja y Buff han mantenido su etiqueta de titular, aunque esta elección última pueda resultar más incomprensible que muchos de sus cambios.

Con el paso de los días se suponía que sacaría rendimiento de la profundidad de la plantilla, pero la diversidad le ha generado problemas, sobre todo por su tozudez, sea en la precipitación o en la insistencia, a la hora de contar con hombres fuera de punto. En El Alcoraz alineó el once más raro de la temporada, un equipo extraño y defensivo que completó la peor representación de la campaña.

Dicen las estadísticas que Natxo González solo ha repetido el conjunto inicial una vez en toda la temporada. Fue en las jornadas séptima y undécima, ambas fuera de casa y con idéntico resultado (2-2). Tanto en el Carlos Tartiere como en su visita a Sevilla remontó marcadores adversos, aunque su imagen fue bien diferente. Pareció esa noche ante el filial sevillista la primera en la que se perdió el rumbo. El de las sensaciones... Al Zaragoza lo mantenía más su fulgor que los resultados. No supo trasladar el fútbol a victorias, así que terminó por perder el sentido. Casi como Natxo, que le ha dado vueltas a casi todo para terminar en un lugar peor.

Algunas decisiones del técnico han mejorado el rendimiento de los futbolistas, las menos. Vale la de Cristian, superior a Ratón en términos globales pese a su desliz en El Alcoraz. También la de Mikel, que llegó tarde pero es indiscutible. Entre lo demás hay poco que rescatar más allá de otros incuestionables como Zapater o Borja, al que las últimas creaciones han dejado fuera de juego.

Algo parecido ha sucedido con Febas, deprimido desde la tarde en la que González lo sentó ante el Osasuna con más de media hora de juego por delante. El ilerdense no fue el mismo en Sevilla, ni parecido ante la Cultural. En Huesca lo sentó ante el estupor general. La incomprensión se hizo notable en las gradas durante el partido, sobre todo por la decisión de recuperar a Javi Ros y Buff. El navarro había sido titular en la mitad de los partidos, pero su propio rendimiento lo apartó del equipo.

Caso increíble es el de Buff, con quien ha contado casi siempre. A pesar de su rendimiento gris, esporádico, casi fortuito, ha participado en 12 de los 13 encuentros ligueros. El suizo, que no se ha adaptado al ritmo del fútbol español, no es fuerte en la disputa ni capaz de jugar de espaldas. Además, queda desactivado, perdido, en el desarrollo de muchos partidos. Pombo, por ejemplo, fue enviado a la grada debido a su bajo rendimiento, al contrario que Buff.

Extrañó aún más la decisión de alinear a Alberto Benito en Huesca. Se preveía un partido tenso y de carácter, un choque que Delmás hubiera entendido y disfrutado. Natxo González eligió, sin embargo, al catalán, que no había sido titular en Liga desde septiembre. El zaragozano cumplió de sobra, pero sus méritos no le sirvieron para aguantar cuando se creyó que Benito, teórico titular, estaba a punto. El partido de El Alcoraz retrató la realidad de uno y otro. Y la desalineación de Natxo González.