No es cuestión de ponerse estupendos por el empate en Huelva. Tampoco conviene extraer conclusiones sumarísimas de una puesta en escena real e irreal a partes iguales, de un notable estreno para una obra en la que faltan aún actores principales para el resto de la temporada, que es toda. Se desconoce aún si los bastidores son de madera o metálicos; si los protagonistas en nómina y los que restan por incorporarse formarán un equipo capaz de jugar al fútbol, capaz de soñar con la pelota en los pies con algo más que la supervivencia. Los boy scouts de Víctor Muñoz, eso sí, ofrecieron en el Colombino una versión refrescante de este deporte nauseabundo en los despachos que terminará por desmoronarse económicamente si quiere renacer. Se echaron al monte con un machete de juguete y se trajeron parte de la piel del oso, con arrojo y obediencia táctica para suplir la inexperiencia. Una excelente recompensa para abrigar la esperanza, no para venderla como primera entrega de éxito alguno ni de vagas promesas.

La personalidad desplegada por el grupo en Huelva pese a las dificultades y las urgencias con que se está armando la plantilla, parece algo más que un comportamiento puntual de burbujeante inicio de curso escolar. Contra el Villarreal, en el Carlos Lapetra, ya se había dejado constancia de que ese espíritu aguerrido y solidario tiene larga vida. Lo que está realizando el Real Zaragoza en beneficio propio, circulando no sin peligro entre la improvisación de las extremas exigencias del guión y el buen criterio de su entrenador, va a repercutir en cuajo competitivo. En ese arranque del campeonato, el conjunto aragonés, además, ha desmontado no pocos prejuicios sobre los alumnos de su escuela y sobre el fútbol, tan maniqueo e intransigente con lo que no sea alimentar el becerro de oro aunque suponga la ruina.

Carácter y talento

Los 17 años de Vallejo rasgaron las vestiduras de la morosa apuesta del primer equipo por su cantera. En River o Boca a esa edad sería indiscutible. Carácter criollo y valentía y talento para sacar el balón sin agredirlo. Whalley en la portería sin desentonar y otro casi con acné, Muñoz, en punta, muy cerca de Adán, ambos vaciando pulmones y piernas. No hubieran estado frente al Recreativo si no hubiese sido por el deteriorado ecosistema actual, forzada el área técnica a poner a sus cachorros en primera línea de fuego. Combatieron los chicos, los cedidos, los viejos, los que están de vuelta para coger un nuevo tren y los que quieren ganar sin egoísmos, por simple placer.

El Real Zaragoza lo ha perdido todo, poder adquisitivo, patrimonio y respeto externo. De la nada presupuestaria y del ingenio, en el Colombino lanzó al aire un gramo de pureza, de corazón joven y distinto, es decir una tonelada de los valores básicos. Aun así, la tradición tiene su peso: cuanto antes cuente con un cuchillo bien afilado, un delantero con gol, mucho mejor. Porque hay demasiados osos heridos en su camino.