Ha habido muchos partidos preocupantes del Real Zaragoza esta temporada, días a pares para sobresaltarse, motivos de inquietud al máximo nivel y señales negativas por aquí y por allí, cada vez más potentes conforme han ido cayendo hojas del calendario. Con todo, quizá con el empate contra el Córdoba, ni siquiera una derrota, estemos ante el momento de mayor preocupación de esta Liga tenebrosa y amenazante, que empezó a torcerse tras unas primeras jornadas de esperanza real y que ha adquirido un color amarillento muy feo en este triste final del otoño. El equipo dirigido por Lucas Alcaraz, que está empeorando con creces a su antecesor con piezas que el anterior técnico no dispuso por lesiones varias en su caída al vacío, realizó anoche un terrible ejercicio de impotencia, la peor de las suertes. De impotencia, insuficiencia y carencia de recursos técnicos verdaderamente alarmante.

Llegará esta semana Guitián y toda su polémica a cuestas para mejorar el nivel futbolístico del centro de la defensa. De acuerdo siempre a la teoría, que tantas veces la práctica luego desmiente con hechos rotundos en esta ciudad. Llegará Guitián, pero no es suficiente. El Real Zaragoza no necesita una mano de pintura, necesita una reparación muchísimo más profunda. Meterle mano al motor del equipo, cambiarle algunas ruedas y parte del chasis. Añadirle, sobre todo y ante todo, jugadores de calidad técnica, física y mental a una plantilla en shock. Futbolistas de verdad que eleven el nivel de este Zaragoza, incapaz siquiera de inquietar a un rival que llegaba con 33 goles en contra a cuestas.