—En Oviedo el pasado sábado volvió a ser titular tras superar su operación en el tobillo. ¿Cómo se encontró?

—Bien, porque las molestias van a menos, por suerte, y además físicamente me siento bastante bien. La lástima es que fue el partido más flojo desde que está César Láinez como entrenador y nos tocó más ayudar para atrás que mirar hacia adelante.

—¿Está ya olvidada la lesión?

—Todavía quedan algunas molestias, pero ni mucho menos tengo la limitación de antes, que casi no podía ni tirar a portería. Ahora, físicamente voy a más y estoy cogiendo el ritmo de competición. Eso es lo importante.

—Ahora que ha pasado el tiempo. ¿Qué sucedió realmente? Se lesionó, jugó, después sufrió la fractura de peroné a finales de octubre, volvió a jugar, más tarde la operación en el tobillo, en el hueso trígono, en marzo

—Recuerdo la jugada, fue contra el Alcorcón, una patada en el mediocampo. Había un edema óseo en el peroné, los doctores y yo consideramos que no pasaría nada si jugaba y sí sucedió con la fractura. Después, se me hizo otro edema óseo en otro hueso. Y la segunda lesión sí puede tener que ver con la primera, pero bueno se dio así. Lo importante es que ya está todo solucionado.

—¿Hubo precipitación o prisas en su regreso?

—Por mi parte por el afán de jugar, de ayudar al equipo lo antes posible, la hubo. Si hubiera estado más tiempo parado, podría haber curado antes o haber jugado más.

—¿Hasta qué punto esa lesión le ha lastrado en su primera temporada en el Zaragoza?

—Es que para mí ha sido la clave, porque jugaba muy limitado. Tenía molestias, no podía casi tirar, solo entrenaba uno o dos días a la semana... Y por mis condiciones, yo necesito entrenar, coger ritmo, porque la explosividad y la rapidez las adquiero entrenando y jugando.

—Hasta el momento, ha disputado 21 partidos de Liga, en 17 de ellos como titular ¿En cuantos ha jugado al 100% de sus condiciones y sin molestias?

—En los cinco primeros. Es que el verdadero Xumetra no se ha visto en el Zaragoza. O solo se han visto pinceladas. Me ha faltado esa velocidad, por eso estoy jodido conmigo mismo, con mi temporada. Yo he intentado ayudar dentro de mis limitaciones, con trabajo y he dado alguna asistencia que otra. He aportado mis cositas, pero he jugado muy limitado, eso está claro.

—Tampoco ha marcado. Nunca fue un jugador de grandes cifras en esa faceta, pero en el Girona y el Elche ayudó más con goles.

—Es verdad, pero eso no me obsesiona y menos ahora que toca ponerse el mono y ayudar al equipo, como se vio en Oviedo. Si vienen los goles, mejor, pero desde luego que no me afecta.

—¿De 1 a 10 qué nota le pone a su año?

—Un aprobado justo, un cinco.

—Usted llegó en el verano pasado, el director deportivo entonces, Narcís Juliá, le conocía bien de su etapa en el Girona, donde fue su entrenador. ¿Le extrañó la forma de su salida del Zaragoza en febrero?

—Me sorprendió bastante, pero fue una decisión entre él y el club y son cosas que pasan. Cuando la temporada no va, suceden cosas así. Yo a Narcís le deseo lo mejor. Duró solo un año, pero sé que lleva el Zaragoza en el corazón, ha estado mucha parte de su carrera aquí y es una bellísima persona.

—También conocía del Girona a Raúl Agné. ¿Qué le faltó para hacerlo bien en el Zaragoza?

—Le falló la suerte, necesitó un punto más de ella en partidos que dominábamos, con ocasiones, y que se nos iban al final. Eso nos hizo mucho daño.

—¿Y no cree que él debió tener un manejo mejor del vestuario?

—Creo que no le faltó mano izquierda en esa faceta, de verdad que no.

—¿Con Raúl Agné aún en el banquillo el Zaragoza se habría salvado del descenso a la Segunda División B?

—No lo sé si se habría salvado. La dinámica era muy negativa, pero Raúl se sentía bien, con ganas, y eso nos transmitió, que se veía con fuerzas para salvar al equipo y llevarlo lo más arriba posible. Pero dentro del club se decidió que no siguiera.

—¿Qué cambió con la llegada al equipo de César Láinez?

—Vino con aire nuevo, la gente se soltó un poco, se quitó la presión para querer más el balón. El equipo dio un paso adelante con la pelota y ya no siempre buscamos a Ángel, ahora elaboramos más. Estamos en el camino y a ver si ratificamos esa permanencia.

—El Zaragoza lleva dos puntos de 12 tras la reacción primera después de la llegada de Láinez, donde se hicieron 11 de 15 posibles. ¿Cree que se ha atascado el equipo, que no está tan fresco?

—Futbolísticamente al menos no creo que sea así. El día del Cádiz teníamos ganado el partido y se nos fue, resultó un golpe duro. Tenemos que gestionar mejor cuando vamos ganando o empatando y ya se hizo en Oviedo, donde sumamos un punto importante. A ver si mantenemos esa capacidad de gestionar mejor en los partidos que restan para dejar al Zaragoza no solo salvado sino lo más arriba posible.

—Tienen 48 puntos y cinco de renta con la permanencia. ¿Serán suficientes para salvarse del descenso?

—Creo que con esa puntuación no está garantizado, hace falta sumar algo más. Para no ponerse nerviosos es necesaria una victoria más y espero que sea ya este domingo, ante el Rayo Vallecano, aunque seguro que será un partido muy difícil porque el rival ha reaccionado en las últimas semanas y llega en un buen momento.

—¿Fueron y son conscientes de lo que hubiera significado bajar a Segunda B, de la posible desaparición en caso de que hubiera llegado al final ese descenso?

—Sí, lo éramos y lo somos. César Láinez además nos lo transmitió lo que suponía ese descenso, no cuando llegó sino un poco de tiempo después. En mi caso, no hacía falta que me lo dijera, pero colectivamente igual sí. Meter como se dice el dedo en el culo a veces viene bien.

—En todo caso, es indudable que la temporada para el Zaragoza está siendo muy complicada y decepcionante. ¿Se imaginaba algo así cuando firmó en el verano pasado?

—La verdad es que ha sido un año durísimo. Yo cuando firmo en verano pienso en luchar por el ascenso a Primera, en el playoff por subir al menos. Si en las cinco primeras jornadas íbamos líderes... Nunca me habría imaginado pelear por la permanencia en Segunda con el Zaragoza, pero la realidad es la que es.

—¿La posición del Zaragoza tras 39 jornadas refleja el nivel de su plantilla?

—Creo que no. No hay tantas plantillas en la categoría mejores que la nuestra. Jugador por jugador seguro que la del Zaragoza está entre las seis primeras de Segunda. Pero está claro que el rendimiento ha sido menor. Los resultados y los datos están ahí.

—Usted se forma en la cantera del Barcelona, donde llegó a jugar en juveniles.

—En el juvenil de División de Honor llegué a jugar, estaba con Messi y Piqué, que tenían dos años menos que yo, que soy del 85, pero coincidimos allí. A Messi ya se le veían muchas cosas desde joven. Recuerdo un partido de juveniles en la Copa del Rey, estaba de suplente, no sé por qué razón, íbamos 0-0, salió y metió cuatro goles él solo.

—¿Cómo era entonces Leo Messi? ¿Se veía que podía llegar a ser el crack del fútbol mundial que al final ha sido?

—A Leo lo ponían en la mediapunta, yo entraba por la banda derecha y Oriol Riera era el delantero en aquel equipo juvenil. Ya se veía el talento que tenía, la calidad. Era darle el balón y se hacía la jugada él, era facilísimo entenderlo y jugar a su lado. Cuando le veías tan joven te dabas cuenta de que iba a llegar seguro al primer nivel, pero tampoco te puedes imaginar en ese momento que va a hacer lo que ha hecho en el fútbol. Es que ha sido y es enorme, algo extraordinario. Para mí, es un gran orgullo haber jugado con él.

—¿Y cómo era entonces Messi como persona?

—Ya era muy introvertido, no hablaba apenas en el vestuario, con los compañeros. Y cuando nos hemos enfrentado en Primera, estando yo en el Levante, lo vi igual, con la misma humildad y la misma timidez. Me preguntaba por la familia y por la vida y poco más.

—¿Con Piqué mantiene más relación con el paso del tiempo que con Messi?

—Sí, cuando nos hemos encontrado en estos años hemos hablado más. Estábamos en la misma habitación en algunas concentraciones y nos quedó una buena relación desde entonces. Es un tipo excelente, muy inteligente y algo peculiar. Es un líder nato. Con dos años menos ya ejercía de líder en el vestuario en los juveniles. No me sorprende donde ha llegado como futbolista, porque tiene condiciones para ello y además se lo merece.

—¿Lo ve en un futuro más o menos cercano como presidente del Barcelona?

—Sí, lo será, estoy seguro de ello y de que la va a liar parda, también, porque este no se calla ni estando debajo del agua (sonríe).

—Tras pasar por el Girona llegó al Elche en el 2010. Y usted ya vivió un ascenso a Primera División allí en la temporada 12-13.

—Recuerdo que el primer año que estuve allí (10-11) no subimos tras caer en el playoff con el Granada, pero en el tercero, con Fran Escribá, acabamos líderes con más de 80 de puntos. La clave es empezar bien, coger esa dinámica positiva de funcionamiento y resultados. Además, no hay que pensar que todo está hecho y no se puede bajar el nivel. Y tener un pelín de suerte, claro.

—¿Qué le falta al Zaragoza para volver a Primera División? Si consigue la salvación en esta temporada, la próxima campaña será la quinta seguida en Segunda. Son demasiadas ya.

—Si lo supiera... Está claro que cambiar cada año 15 jugadores es algo que no sale bien, pero esa no es mi faceta, ni decido ahí, ni me corresponde hacerlo. Yo creo que más pronto que tarde el Zaragoza estará en Primera, que es donde debe estar por historia, por el club que es, por la afición que tiene. Ojalá se pueda lograr la temporada que viene. A mí me encantaría celebrar un ascenso a la máxima categoría aquí, tengo una temporada más de contrato y me gustaría mucho conseguirlo con el Zaragoza.

—Por la exigencia y la presión por subir, ¿la camiseta del Zaragoza pesa más a los jugadores que la de otros equipos en Segunda División?

—Sí, puede ser que pese más. Los jugadores en momentos determinados no se atrevan a hacer cosas que harían en otros equipos, pero con eso hay que saber jugar y saberlo gestionar de la mejor forma. Cuando fichas por el Zaragoza está claro que también sabes lo que hay, lo que implica llegar a un club así.