El gol. El goooooooool que cantan en las radios, la línea de meta del fútbol, la cumbre de la montaña del juego, el oro de la mina. El gol, ese tesoro, está escondido esta temporada para el Real Zaragoza, extraviado en algún lugar que el equipo busca pero no encuentra, perdido como el ojo de un maniquí. La ruina de las ilusiones este año. Las bajísimas cifras realizadoras con la segunda vuelta ya en marcha no son la única pero sí la razón principal por la que la trayectoria en la Liga se descarrió tan pronto. Esos 18 goles reales a favor, a una media de 0,72 por partido excluyendo los tres de la alineación indebida de Santo Domingo, señal de todos los problemas, son un número endemoniado que, en las primeras 25 jornadas, solo empeoraban en Segunda el Alcorcón (14 tantos marcados) y el Albacete (17), e igualaba el Logroñés (18), tres de los más firmes candidatos a perder la categoría.

No gol, no party. Esta campaña los delanteros del Real Zaragoza apenas producen alegrías. Tan solo Juanjo Narváez, que no es un goleador puro sino más bien complementario, ha mantenido izada esa bandera con una sobresaliente dignidad, igualando a estas alturas su mejor registro realizador en Segunda División (siete goles) y manteniendo vivo al equipo cuando más moribundo estaba. El resto, hasta ahora, prácticamente la nada, un vacío absoluto, un agujero negro que engulló cualquier esperanza. De los compañeros de puesto de Narváez, solo Iván Azón ha anotado. Un gol, un cabezazo que sirvió para sumar un punto en Cartagena. Y otro en la Copa del Rey. Los demás, nada.

El Toro Fernández no ha conseguido todavía estrenarse a pesar de la fuerza económica de su apuesta, de haber disputado 931 minutos y de las muestras públicas de confianza que le lanzó Juan Ignacio Martínez en busca de una resurrección que no se ha producido. No lo ha hecho tampoco Haris Vuckic en los 459 que ha tenido a su disposición, los dos casos más significativos y causas que sirven para explicar un montón de consecuencias. Álex Alegría, la carta que en enero jugó Miguel Torrecilla, nuevo director deportivo en sustitución de Lalo Arantegui, al que dejaron sin cargo especialmente sus errores en la elección de los puntas este pasado verano, no ha visto puerta en los 276 minutos que suma por el momento en su enésimo destino.

Son el rastro de unas pisadas que no han dejado huella y que, en la ponderación con los últimos ocho años, todos los de esta triste etapa en Segunda División, aún quedan peor retratadas. Entre los 35 delanteros principales que ha tenido el Real Zaragoza en este tiempo, Juanjo Narváez, el mejor aval de esta campaña, solo ocupa el puesto número 17 entre los que mejor promedio goleador tienen (la media entre los minutos jugados y los goles anotados). El colombiano levanta los brazos cada 288 minutos, un tanto cada poco más de tres partidos. En esa clasificación, por delante tiene a otros 16 jugadores.

En la cúspide de esa estadística, más allá de Miguel Linares, que en la Liga 19-20, hizo un gol cada 86 minutos, aunque muchos de ellos residuales y con una cifra baja de presencia sobre el césped (434 minutos), están prácticamente todos los mejores puntas que ha tenido el club en estos ocho años: Borja Bastón marcó cada 149 minutos, Borja Iglesias cada 156, Ángel Rodríguez en la 16-17 cada 166 y Suárez, cada 169. Los cuatro grandes delanteros de esta etapa, jugadores referenciales, dominadores del área rival, de la categoría y cuya presencia, sin embargo, no sirvió para tomar el vuelo hacia Primera. También aparece en los primeros puestos de la lista algún delantero que lleva años a un notable nivel en la élite, como Roger Martí en el Levante, que en la primera campaña del Zaragoza en el infierno (la 13-14) sacó las pistolas cada 223 minutos. William José, de rutilante brillo en San Sebastián y gran carrera en la realeza del fútbol, ahora en el Wolverhampton, hizo gol en La Romareda cada 262 minutos, aunque su rol fue casi siempre secundario.

Narvaéz también tiene por delante a otros jugadores como Manu Lanzarote, extraordinario pelotero, con una pierna izquierda exquisita y habilidad innata para el golpeo inteligente. Un tanto cada 239 minutos fue su tarjeta de presentación en su mejor año o Alfredo Ortuño, de extraña trayectoria, que marcó cada 206. Dongou pasó sin pena ni gloria por la ciudad pero consiguió números destacables: hacer gol cada 176 y 195 minutos en las temporadas 16-17 y 15-16, respectivamente. Eldin Hadzic, otro jugador que luego se perdió lejos del profesionalismo, lo hizo cada 263 minutos y Henríquez, chileno olvidado, cada 277. Todos están por delante en frecuencia anotadora del mejor goleador del Zaragoza esta decepcionante campaña.

El Toro Fernández o Vuckic no están solos. A lo largo de estos años ha habido otros casos similares a los suyos, aunque no con unos guarismos tan negativos en la ponderación de minutos-goles. Otros atacantes en los que se depositaron todas las ilusiones y finalmente las defraudaron. Por ejemplo, Marc Gual. Internacional sub-21 cuando firmó después de una negociación larguísima y en la que Arantegui puso todo su empeño, el catalán diluyó sus buenas condiciones en un mar de frustraciones: disputó 1.840 minutos en la Liga 18-19 y marcó seis veces, una cada 306 minutos.

También fue desalentador el paso por el Real Zaragoza de Samaras, espigado delantero de currículum egregio, recibido como se ha recibido en la ciudad a este tipo de mitos, con más pasado que presente y futuro. El griego solamente participó en 172 minutos y su bagaje fueron cero goles. Uno más hizo Vinicius, punta brasileño al que el Valencia había fichado del Cruzeiro brasileño por 3,5 millones de euros pero que nunca cuajó en Mestalla. Tampoco en La Romareda. O André Pereira en la pasada campaña, con solo 121 minutos en sus piernas, perseguido por las lesiones y al que el gol le rehuyó. No marcó. Tampoco lo hizo Jeison Medina, que regresó a Colombia con una presencia testimonial en el césped: 18 minutos, ningún tanto. Ni Lucas Porcar, prácticamente inédito con la blanquilla.

La llegada de JIM ha revitalizado al Real Zaragoza desde todos los planos, el anímico, el futbolístico y el clasificatorio. Heredó un equipo hecho un trapo y lo ha puesto en pie, sacándolo de la penúltima posición, donde se lo encontró con la zona de permanencia a cuatro puntos de distancia. Han sido decisivos para esa mejoría muchos factores, la solidez defensiva, el orden colectivo, la confianza del grupo y, también, la progresión ofensiva. No es para lanzar ninguna campana al vuelo, pero el Zaragoza ha mejorado su puntería. Ha pasado de marcar 10 goles en 18 partidos en las etapas de Rubén Baraja e Iván Martínez (0,55 de media) a hacer ocho tantos en siete jornadas (1,14 goles de promedio). Los delanteros siguen en su línea, pero el técnico ha implicado a más futbolistas en la tarea.