No es casualidad que este Zaragoza muestre evidentes síntomas de impotencia, lo ha hecho otras veces, demasiadas. Quizás, eso sí, pocas con tanta crudeza como en la matinal de una Romareda que casi ni protestó, vio cómo Las Palmas ganaba al ralentí, con un ritmo más propio de un amistoso de pretemporada, a su equipo, se levantó y se fue. Antes había protestado en los minutos iniciales, donde el Zaragoza además de incapaz rayó la desvergüenza, con dos goles encajados a la espalda de la defensa, y después le dedicó alguna protesta más a un colegiado muy sibilino en el reparto de faltas y tarjetas. Su Zaragoza, al que Agapito Iglesias ha destrozado, le dio simplemente pena, amargura por lo que fue y por lo que es y rabia por la terrible situación que vive.

El partido significaba la línea entre mirar a la promoción de ascenso y contemplar de reojo la amenaza del descenso. Será lo segundo. Y, a decir verdad, este Zaragoza pobre y con tan poco espíritu no merece otra meta que tratar de eludir una catástrofe que tiene a 4 puntos. Con poco más de una victoria le bastará. A ver si lo logra sin tener que llegar al final entre la espada y la pared... Da pánico pensar en este equipo si tiene que jugarse la vida a un cara o cruz.

El caso es que Víctor Muñoz pudo levantar un poco el ánimo y la competitividad del equipo a su llegada al banquillo, pero la vulgaridad ha vuelto a abrirse paso de una manera atroz, 8 puntos de 21 con el nuevo técnico lo refrendan de forma clara.

INICIO TERRIBLE

Lo peor, con todo, no son los números. Aún más terribles fueron las sensaciones. Las Palmas solo necesitó 10 minutos para desarbolar al Zaragoza, con dos goles de Vicente Gómez, un centrocampista, llegando desde atrás y, después, sin ningún ritmo y al paso de Valerón y Apoño, que regresó entre pitos y corriendo bastante poco, cerró una victoria que en la segunda parte no peligró en ningún momento. Lo cierto es que, tras el descanso, Las Palmas fue un no quiero y el Zaragoza un no puedo, en este caso de una crueldad terrorífica.

Sin Roger y sin Henríquez, al final el elegido para el ataque fue Diego Suárez. Se diría que no aprovechó su gran oportunidad y lo peor es que hizo que alguno se acordara de los ausentes, de Roger Martí en particular. El caso es que el Zaragoza salió dormido. Víctor les dijo que esperarán al rival para darle la iniciativa, pero lo esperaron casi sentados. Es costumbre en los últimos tiempos encajar un gol pronto, casi un hábito para dar ventaja a los rivales, como si el fútbol zaragocista no diera ya pocas. Esta vez fueron dos tantos, ración doble. Avisó primero Aranda, también pitado en su retorno, en un córner y no perdonó Vicente Gómez en dos ocasiones llegando ambas desde atrás sin que nadie se dignara a tomarle la matrícula.

En el centro de Castillo, Rico no le siguió y cabeceó a la red, y en el envío de Masoud penetró como quien cose entre Álvaro y Laguardia para batir de vaselina la media salida de Leo Franco. Diez minutos solo y una verbena estratosférica que provocó los más que merecidos pitos de La Romareda. Como se empeña este equipo en hurgar en la tremenda herida de su afición...

Sonó por fin el despertador y el Zaragoza pasó de la versión sonrojante a tratar de meterse en el partido. No tardó en lograrlo, porque Las Palmas no es un dechado de virtud defensiva. Masoud perdió un balón y Arzo, en su única acción interesante, asistió a Montañés, que marcó de fuerte disparo. Cualquier otro equipo hubiera aprovechado ese empujón para acorralar al rival en busca del empate. En el Zaragoza lo hizo solo Montañés, que capitalizó el ataque en la primera parte, aunque el balón siguió siendo canario.

Un disparo del extremo que dio en Ángel y despejó Barbosa y una pared con Diego Suárez a la que no llegó por poco fueron los momentos para el empate antes del descanso, mientras Melero López empezaba a ver con mucha más claridad las faltas zaragocistas que las del rival. Que no mostrara amarilla por una patada en la cara de Castillo a Álamo es casi de juzgado de guardia... Álamo, lento e inconstante, se quedó fuera y Víctor apostó por Esnáider para jugar con los dos puntas del filial. Pensaría que doble o nada. Salió nada.

Tras el descanso, el Zaragoza fue el ejemplo más palpable de incapacidad, con el balón largo desde la defensa como casi único plan. Con dos delanteros, con la salida posterior de Víctor, con Acevedo... El técnico quemó las naves. Dio igual. Un mal disparo del solo animoso Esnáider, un cabezazo de Álvaro y un error de David García que no aprovechó Suárez. Pare usted de contar, porque el Zaragoza no hizo más méritos, mientras Las Palmas veía el partido transcurrir, aunque a Figueroa, sustituto del habitual lesionado Aranda, se le escaparon dos ocasiones para cerrar el pleito mientras Valeron se retiraba entre aplausos. No necesitó marcar más el cuadro canario, que podía haber estado una hora más jugando al trote y este impotente Zaragoza no le habría hecho ningún daño.