—Hace algo más de dos semanas que terminó su etapa en el Zaragoza, ¿le ha dado tiempo a hacer un balance?

—Bueno, he estado toda la temporada callado, aguantando y he consentido mentiras, difamaciones e insultos, pero no he sido conflictivo y no he creado ningún mal rollo, ni dentro ni fuera del vestuario. He sufrido por todo lo que he oído. Entiendo que las críticas son parte de lo que somos por ser profesionales, pero nunca me ha pasado algo así y el pasado ha sido uno de los peores años que he tenido como profesional, quizá el peor.

—Explíquese...

—Solo me he dedicado a mi trabajo. Mis logros siempre han llegado de la mano de mi esfuerzo, pero se me ha faltado al respeto personal y profesionalmente y me hubiera gustado que alguien hubiera contado la verdad. He sido un profesional en el campo, en el banquillo y en la grada, lugar que por mi trabajo no me merecía. Nadie de dentro del club puede decir ni una palabra de mí, pero sí lo han hecho algunos medios de comunicación a los que tengo que agradecer mi mala fama y la mala imagen, algunos sin ni siquiera contrastar informaciones. Se dijo, por ejemplo, que este verano llegué con ocho kilos más, que éramos conflictivos los descartados o que teníamos mala actitud. Y todo era mentira. Creo que, de bueno, se me ha cogido por tonto. Y mi error ha estado en no defenderme en su momento. Aquí, o dices las cosas en el momento o te apalean.

—Firmó en el verano del 2016 tras muchas temporadas en el Eibar y las cosas no le fueron bien casi desde el principio.

—Es verdad, pero durante la primera pretemporada nadie dudó de mí, se consiguieron dos trofeos, paré penaltis y estaba tranquilo. Jugué 10 partidos con Luis Milla y, tras pasar por la suplencia, ya solo siete más con Raúl Agné. Me habría gustado jugar más. Y haber tenido la continuidad que todo profesional necesita para dar su mejor nivel. Tuve mala suerte con la salud, me puse varias veces enfermo y me costó recuperarme, aun así se me hizo jugar en algún partido. Y eso también se criticó.

—Eso fue contra el Girona en La Romareda, ya con Raúl Agné como técnico zaragocista, ¿no?

—Tuve una gastroenteritis, estuve toda la mañana en el hospital y el míster me dijo de jugar. La decisión de hacerlo fue en parte mía, pero ellos también decidieron que lo hiciera aunque no estaba en las mejores condiciones para hacerlo.

—¿Cree que a Agné se le presionó para que le retirara de la titularidad unos partidos después?

—En parte, sí. Y la gente se quedó al final con el gol encajado en La Romareda con el Levante, donde Roger toca el balón delante de mí. Por fuera parece que el portero se lo come, pero a la mínima que toca el balón te despista y ahí la gente lo puso ya de escándalo. Parecía que Agné me estaba defendiendo todas las semanas y pasó eso, que le pudo todo para tomar la decisión del relevo. Tanto a Milla como a Agné les estoy agradecido por su confianza. Si me ponían es porque ellos veían que estaba el que mejor, pero lo que no veía era la necesidad de cada semana de sacarme la cara. Ni era bueno para Agné ni al final me hacía un favor, porque se alimentaba más que hablaran todo el rato de mí.

—Pero usted cometió algunos errores en la portería que acabaron en gol. ¿Está de acuerdo?

—Al final los resultados demostraron que yo no era el único culpable, pero fui el más perjudicado. Empezó una masacre masiva de algunos medios y la presión hace mella tanto en la afición como en el club para que me desplacen a la grada. ¿Errores? Sí los cometí, claro, como todos, pero a mí se me trató diferente, mal. No fue un buen año, no se consiguió hacer un grupo en el vestuario. Para mí había muchas individualidades en el equipo cuando el fútbol es un deporte grupal. Ahí fallamos todos, pero yo pagué por todos. Yo dejé de jugar en enero y aún así continuaron los ataques hacia mi trabajo para desprestigiarme y cargarme con la culpa de una situación del equipo en la que fallamos todos.

—¿Cómo juzga su temporada pasada, la única que ha vivido como zaragocista?

—Claro que no lo hice todo lo bien que sé y para lo que el Zaragoza me fichó en esa temporada que estuve, pero la situación no fue normal en mi caso. No debería haber soportado todos los ataques. Me llegaba a mi móvil todo lo que se decía de mí, me lo enviaban familiares y amigos muy preocupados. Debería haber hablado, pero yo siempre he respondido con trabajo, con el esfuerzo de cada día, de cada entrenamiento. Me queda la duda, y siempre me quedará, de saber qué hubiera pasado si hubiera continuado cuando me relevaron de la titularidad por segunda vez con Raúl Agné como entrenador, ya que me veía mejor e iba a más.

—Usted siempre jugó en el País Vasco, sobre todo en el Eibar, donde pasó la mayor parte de su carrera y cerca de casa. ¿Cree que hubo un problema de adaptación para justificar que su rendimiento en el Zaragoza no fuera el mejor?

—Yo soy muy familiar, de mi entorno de toda la vida, eso es cierto, pero en Zaragoza me he encontrado muy a gusto y yo quería cumplir mi contrato, el año que me quedaba, y quise intentar demostrarlo con mi trabajo. Se juntaron muchas cosas, la adaptación o el mal año del equipo, pero se vio que cuando no jugué el equipo tampoco fue para arriba. Había muchas más cosas, no solo yo. No tengo duda de mi trayectoria, de lo conseguido, de mis dos ascensos o de mi premio Zamora. Esto nunca puede hacer malo a un portero y menos por 17 partidos con dos o tres errores. Podíamos analizar esos fallos, las paradas, las jugadas o los goles y las opiniones serían diversas.

—¿Y cómo ha vivido este verano, como descartado y sin opciones de quedarse?

—No he tenido oportunidad de hacer un solo amistoso para demostrar mi trabajo, que siempre me he tomado muy en serio. Sabía que no contaba, pero si querían sacarnos así lo han hecho muy mal... He demostrado con mi trabajo diario las ganas y la disposición a pesar de la situación en la que me encontraba, y sabiendo que hiciera lo que hiciera no iban darme la oportunidad aun con un año más de contrato. Nunca bajé los brazos. Se le puede preguntar a quien se quiera cómo he trabajado y cuál fue mi actitud todo el año, que está muy lejos de lo que se vendió de mí.

—¿Por qué se dilató tanto su salida? Llegó en el último día del mercado de verano.

—Tenía que esperar a lo que fuera lo mejor para mí. Se ha dicho que me ofrecieron al Burgos y que se rieron en mi cara. Mentira. Pues el Reus y el Rayo se pusieron en contacto con el club y hubo negociaciones, pero las pretensiones del Zaragoza imposibilitaron mi salida. También se dijo que no me quería nadie. Otra mentira. Nunca me he tenido que defender de tantos ataques.

—Ahora está a la espera de encontrar equipo…

—Sí y quiero dar las gracias al Barakaldo, donde están Iñaki Lafuente, al que conocía de Eibar, y Aitor Larrazabal, ya que me han acogido como uno más y me han permitido entrenar. Lo estoy haciendo muy a gusto a la espera de encontrar el equipo para seguir con mi carrera deportiva.