Fue tan mal la primera vuelta, despertó tantos augurios negativos, que toda la esperanza de transformación quedó depositada sobre el mercado de enero, la palanca que debía provocar un cambio drástico en la dirección de la temporada del Real Zaragoza con la contratación de nuevos refuerzos. La ventana invernal se cerró con solo tres fichajes: Álex Alegría, Peybernes y Sanabria, futbolistas de perfil medio en Segunda, muy útiles, pero, a bote pronto, solo complementarios a los que ya había en la plantilla. Ninguno ha tenido por sí mismo la suficiente fuerza motriz para alterar el sentido de las emociones colectivas.

El mercado de enero del Real Zaragoza ha sido tan frío como el propio mes. Ya cerrado, ha quedado una plantilla con un recurso más en el centro del campo, Sanabria, jugador joven, con hambre, de ida y vuelta y capaz de abarcar áreas amplias del campo; un cromo por cromo en el centro de la defensa aunque con características diferentes (Peybernes por Guitián) y un delantero centro de corte muy específico (Alegría), a quien se dirigirán la mayoría de las miradas, toda vez que el gran déficit del equipo ha sido una alarmante falta de gol que él, sobre el papel, tiene que ayudar a resolver.

Ni Alegría ni Peybernes ni Sanabria han provocado catarsis alguna. Sí lo ha hecho, sin embargo, Juan Ignacio Martínez, erigido en la principal ilusión del Zaragoza y del zaragocismo para la segunda vuelta. Un entrenador que ha sabido tocar la fibra de la plantilla y que, de buenas a primeras, ha mejorado sensiblemente los resultados con la más vieja de las recetas. La consecuencia, que el equipo ha sacado la cabeza de la zona del descenso en cinco partidos, recuperando terreno a un ritmo de un punto por jornada hasta volver a respirar. Esta vez no ha sido un futbolista, ha sido un técnico. Antes de viajar a Málaga ha mantenido su discurso integrador y reiterado su objetivo: exprimir el rendimiento de cada uno de sus jugadores, ayudarles a llegar a sus máximos. JIM aglutina ahora mismo las esperanzas de salvación. Es el jefe y sus chicos le siguen. A él sí.